PRENSA OEP
Imágenes: Diana Duque
Las más de 7000 hectáreas de bosque que se encuentran en la Estación Experimental de Caparo EEC (estado Barinas), establecida por la Universidad de Los Andes (ULA) desde los años 70, a través de su Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales, son los últimos relictos de bosque representativo de los llanos occidentales de Venezuela, que además conforman la misma franja boscosa de los llanos orientales de Colombia.
Este bosque se ha preservado a pesar de las enormes presiones ganaderas, madereras, agrícolas, entre otras, que por décadas han arrasado con decenas de miles de hectáreas de estos ecosistemas llaneros.
El bosque de la EEC ha sufrido de recurrentes amenazas de invasión, sea por el avance de la actividad económica de fincas aledañas o bien los intentos de instalación de grupos de personas en sus predios que ocupan las tierras para el aprovechamiento económico particular.
Desde 2002 se han venido dando procesos de ocupación del sector occidental, siendo que entre 2004 y 2007 se estima que unas 900 hectáreas han sido ocupadas. Esto ha generado tensiones con el personal de la EEC, que han exigido a las autoridades que ejecute la desocupación de la zona, sin que esto haya podido concretarse.
Un nuevo proceso de ocupación de este bosque se generó desde enero de 2018 y fue alertado por integrantes de la EEC, estudiantes, algunos consejos campesinos, y varias organizaciones ecologistas del país que hicieron eco de estas denuncias.
Los defensores del bosque señalan que el fin de estos procesos de ocupación de tierras sigue siendo la creación de bienhechurías para la posterior venta de las mismas.
Las denuncias de este último proceso de ocupación han logrado que, aunque tardíamente (noviembre de 2018), las autoridades hayan respondido positivamente desalojando a los invasores, que fueron sacados de zonas más internas del bosque.
Lo tardío de la respuesta encontró que, ya estos grupos habían generado deforestación y daños al ecosistema. La bióloga Diana Duque, que impulsa en la zona un proyecto en defensa del mono araña, ha estimado que con la última invasión se han perdido al menos unas 100 hectáreas de bosque.
Hasta la fecha se ha mantenido la presencia de la Guardia Nacional en la zona, que labora acciones de vigilancia, al tiempo que otras personas fungen de guardia ambiental también para proteger el bosque.
La alerta se mantiene. Por un lado hay un alto nivel de vulnerabilidad de la zona, debido a la precariedad que provoca la crisis en relación a la gestión institucional de la EEC por parte de la ULA (por falta de recursos, deterioro de infraestructura, carencia de transporte).
Por otro lado se mantiene esta tensión ‘productiva’ sobre el bosque, valorado por productores agrícola como “tierras sin aprovechar”, lo que le pone fuertes presiones y amenazas a estos ecosistemas.
Nuevos intentos de ocupaciones han sido señalados por los defensores de la EEC, que reportan en los últimos meses el movimiento de personas en torno al bosque, con el fin de invadirlo.