Esta nota forma parte de una serie sobre la crisis planetaria de pérdida de la biodiversidad. En esta primera entrega nos enfocaremos en el concepto de biodiversidad en sí: qué nombra, cuál es su historia, y qué debates se generan en torno a este. En próximas entregas hablaremos, entre otros temas, de las políticas públicas y el multilateralismo que buscan preservar la biodiversidad, como la COP 15.
Si la biodiversidad representa la diversidad de la vida en el planeta, ¿acaso biodiversidad y vida son lo mismo? Pero, si son lo mismo, ¿cómo es que ciertas vidas tienen prioridad sobre otras en los esfuerzos de conservación? Y si pensamos no solo en especies, sino también en lugares específicos, ¿por qué se dice que la selva amazónica es más biodiversa que los bosques árticos? ¿Acaso no contribuyen ambos, cada cual a su modo, a la biodiversidad total del planeta? Finalmente, dado que los seres humanos somos parte del planeta, ¿acaso nuestra diversidad no contribuye a la biodiversidad global? Entonces, ¿cómo es que el crecimiento de la población humana atenta contra la biodiversidad del planeta?
En este momento se encuentra convenida en Montreal la quinceava Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (COP 15). Su tarea es generar nuevos acuerdos para la preservación de la diversidad biológica (o biodiversidad) del planeta. Por ejemplo, urge definir estrategias para frenar la inmensa pérdida de bosques que ocasiona la expansión galopante de plantaciones de soja y palma africana desde Brasil hasta la isla de Borneo. La destrucción de bosques conlleva a la extinción por pérdida de hábitat de centenares de especies—quizás el caso actual más emblemático sea el exterminio de los orangutanes de Sumatra y Borneo. El reemplazo de bosques por plantaciones destruye también la diversidad cultural humana al despojar a comunidades de sus territorios y modos de vida.
Así como las grandes plantaciones de monocultivos erosionan la biodiversidad, también es posible promoverla a muy pequeña escala. Hace unos meses me encontré con un hotel para insectos durante un viaje al Cauca colombiano. Era una escultura de quizás un metro y medio de alto, hecha de cañas huecas y paja, donde se refugiaban desde abejas solitarias hasta mariquitas y arañas. Este encuentro me ayudó a recordar que el cuidado por la biodiversidad puede darse también en un acto artístico y cariñoso, pequeño, en nuestros propios jardines. Otro ejemplo fascinante es el de la re-introducción de castores en el sur de Inglaterra (cazados hasta su desaparición en el siglo XVI), ya que las represas que construyen crean humedales que sirven de hábitat para muchas criaturas. ¿Existe alguna relación entre estas estrategias y las grandes discusiones sobre conservación de organismos multilaterales?
El producto final de la COP 15 sería el llamado “Marco Global Post-2020 para la Biodiversidad” (Post-2020 Global Biodiversity Framework), que orientaría los esfuerzos de conservación para esta década. Dada la magnitud de la crisis ambiental en que nos encontramos, descrita acertadamente como una “sexta extinción masiva”, hay grandes expectativas y preocupaciones en torno a estas negociaciones. En particular, se debe evitar a toda costa que nos mareen con falsas soluciones como el marco de “ganancias netas en biodiversidad” (similar al “cero neto” en emisiones de gases de efecto invernadero) mientras que la destrucción de ecosistemas por parte del agronegocio y la pesca industrial continúan sin mayor reparo. Lo que es seguro es que el rol de las comunidades y las iniciativas a pequeña y mediana escala seguirán siendo cruciales para el sostenimiento de “territorios de vida” y el éxito de cualquier estrategia multilateral de conservación de la biodiversidad.
Antes de analizar los resultados de la COP 15 y otros esfuerzos recientes por abordar la pérdida de ecosistemas, de especies enteras, y de diversidad genética en las poblaciones que sobreviven los embates del expansionismo humano, vale la pena refrescar nuestros conocimientos sobre el concepto de biodiversidad. Si tenemos una comprensión clara, podemos evitar algunas de las confusiones y dudas expuestas al inicio, y estaremos en una mejor posición para evaluar la calidad de las distintas propuestas que pretenden abordar la crisis de biodiversidad.
“Biodiversidad” es una forma abreviada de decir “diversidad biológica”. Estos términos, que son intercambiables, no adquieren su significado y relevancia actuales hasta la década de los 80, lo cual puede parecer sorprendentemente tardío para un concepto tan conocido, pero hay una explicación simple. No es sino hasta esa década que las crecientes preocupaciones por la destrucción de la vida en el planeta demandan de un concepto integrador que permita unificar distintos esfuerzos de conservación (Farnham 2017). El concepto de biodiversidad fue, indudablemente, un acierto, puesto que apenas una década después firman el Convenio sobre la Diversidad Biológica 195 estados y la Unión Europea, durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992.
Como explica Timothy Farnham (2017):
Ya para la publicación [en 1987] de la definición [de biodiversidad] de la Oficina de Evaluación y Tecnología [del Congreso Estadounidense], los tres niveles de diversidad—genes, especies y ecosistemas—estaban anclados firmemente como un conjunto… Estos tres niveles no eran temas nuevos de investigación o preocupación, lo novedoso fue el unirlos de manera explícita bajo un solo término. El conectar los niveles afirmaba la interconexión de la naturaleza, a la vez que aprovechaba las tradiciones de conservacionismo ya existentes. Entonces, la rápida popularización de la causa por la diversidad biológica no representa un cambio de paradigma realmente, sino la confluencia de valores y preocupaciones que ya habían sido cultivadas por un tiempo y que lograban unirse bajo un concepto que representaba la protección de los componentes vivos de la naturaleza. (12, mi traducción)
Dada esta historia, cabe destacar ciertas características del concepto de biodiversidad. En primer lugar, que engloba tres niveles de diversidad biológica: de ecosistemas, de especies, y el genético intra-especie (es decir, diversidad genética dentro de las distintas poblaciones que componen una especie). En segundo lugar, que el origen del concepto en la biología de la conservación le da un carácter especial—a diferencia de conceptos que principalmente describen una realidad independiente del acto investigativo (como el de “hábitat”, por ejemplo, del pingüino emperador), el concepto de biodiversidad pretende señalar algo valioso, algo que debe ser preservado, y por ende es un concepto más contencioso y difícil de definir.
Quizás lo más importante de recalcar respecto a la protección de biodiversidad es que no se reduce únicamente a salvar especies conocidas, como osos polares u orangutanes. No es que esto no sea importante, pero el uso de las llamadas “especies carismáticas”, como los pingüinos y los leopardos, en esfuerzos de conservación es en gran parte una estrategia de marketing. Si bien es cierto que estas especies llamativas son indicadores importantes de la integridad de un ecosistema (puesto que muchas veces requieren de territorios amplios o de relaciones estrechas con especies menos llamativas para sobrevivir), gran parte de la biodiversidad que se pierde en el planeta es más difícil de observar que la extinción de especies carismáticas.
Por un lado, existe un gran número de especies que no han sido clasificadas. Cuando desaparecen hectáreas de selva amazónica, desaparecen también criaturas (principalmente plantas e insectos) cuya extinción no es posible grabar o cuantificar porque no fueron estudiadas. Entonces, proteger la diversidad de especies del planeta es un asunto mucho más grande que el salvaguardar especies particulares (algo que ya es difícil). Importa recordar esto, ya que el reconocer que la pérdida es mayor de lo que conocemos nos permite evitar soluciones simplistas, como pensar que las especies perdidas pueden ser reintroducidas luego, de algún santuario o zoológico donde estén en cautiverio, o a través de las incipientes posibilidades de la biología sintética. Aunque podamos preservar y reintroducir ciertas especias a su hábitat natural, el problema de fondo es que ni siquiera podemos saber lo que perdemos al destruir ecosistemas.
Dados los otros dos niveles de diversidad biológica (genética y de ecosistemas), la extinción de una especie no es la única forma en que se pierde biodiversidad. De hecho, antes de extinguirse, la población (o poblaciones) de una especie se ven reducidas. Al perder tamaño una población, también pierde su diversidad genética—aquella que, como a los humanos, nos hace diferentes y, crucialmente, más o menos propensos a enfermedades. Por lo tanto, un aspecto importantísimo de la biodiversidad no es solo el número de especies sino también el tamaño de las poblaciones que conforman la especie, y la capacidad de estas poblaciones de migrar y encontrarse para intercambiar material genético a través de la reproducción. Dato poco conocido es que las carreteras y autopistas son algunas de las barreras más importantes para el flujo de poblaciones de una especie. El efecto fragmentador de distintas infraestructuras (autopistas, represas, plantaciones, ciudades) sobre los ecosistemas los convierte en islas, separadas entre sí y por lo tanto más débiles. Es por esto que existen importantes iniciativas de crear corredores ecológicos que aseguren el libre flujo de poblaciones y material genético.
Por último, la diversidad de ecosistemas es un claro componente de la biodiversidad total del planeta. Aunque algunos lugares tienen más diversidad de especies que otros, la diversidad de estrategias a través de las cuales distintas especies se adaptan a condiciones vastamente diferentes (piensa oso polar versus oso panda) es para muchos de un valor incomparable, dándole un valor especial a la protección de ecosistemas. Por lo tanto, es posible debatir si los objetivos de conservación deben basarse en la protección de cualquier tipo de biodiversidad (número de especies, por ejemplo, para lo cual la protección de junglas es quizás la acción más clara), o si existen ciertos tipos de biodiversidad que los seres humanos valoramos (¿justificadamente?) más que otros.
Claramente, aún queda mucha tela por cortar. En próximas entregas profundizaremos el debate sobre la definición de biodiversidad y su uso en programas de conservación, con miras a evaluar las políticas que se propongan en la COP 15 para afrontar la crisis de biodiversidad.
Referencias
Farnham, Timothy. 2017. «A confluence of values: Historial roots of concern for biological diversity» [Una confluencia de valores: Raíces históricas del interés por la diversidad biológica]. En The Routledge Handbook of Philosophy of Biodiversity, edited by Justin Garson, Anya Plutynski y Sahotra Sarkar. Nueva York: Routledge.