El investigador Vladimir Aguilar Castro reflexiona sobre el cambio climático, comparándolo con la guerra de Troya debido que aniquila todo lo que encuentra a su paso.
Fue la guerra de Troya (casus belli), entre griegos y troyanos, unos mil años antes de Cristo, una guerra de aniquilación. Serían los anuncios tempranos del Antropoceno, esa desafiante pretensión del ser humano de erigirse como dueño y señor de los tiempos de la Tierra, los cuales son anteriores a esta deriva civilizatoria actual manifestada en el cambio climático.
Si Troya marcó el hito de destruir todo lo que se asomaba como parte de una civilización, incluyendo Dioses y templos, el cambio climático es la nueva guerra (total war) que amenaza la Biósfera en su dimensión totalizante de todo lo vivo existente dentro de sí (Vernadsky).
A decir de Hannah Arendt, en la Promesa de la Política (2016), la metáfora del mundo desierto es una expresión de la “expansión industrial sin freno que agota los recursos naturales de la tierra, poluciona sus océanos, eleva la temperatura de su atmósfera y destruye su capacidad para albergar vida” (p.35).
Por otra parte, Arendt destaca que, “la perspectiva de una guerra termonuclear amenaza la inmortalidad potencial del mundo como nunca había ocurrido con anterioridad” (p.33), juzgando “la posible destrucción de nuestro mundo retrotrayéndose a la guerra de Troya, una guerra que no fue la continuación de la política por otros medios (según la formula de Clausewitz), sino una guerra de aniquilación”.
De acuerdo al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, en el 2022 hubo un aumento en la temperatura superficial promedio de 1,2°C con relación al promedio de la época pre-industrial. Según las tendencias actuales, el límite global de 1,5°C establecido en los instrumentos jurídicos internacionales como el Acuerdo de París, será superado para el 2030.
En el contexto de la Amazonía, la expansión de la frontera extractivista obliga a una declaratoria de casus belli, frente a lo que allí acontece como resultado del acecho a la diversidad biológica y cultural. El aumento de la deforestación y los incendios forestales están entre las causas de la pérdida de casi la mitad de la superficie de los glaciares tropicales andinos en los últimos 30 años (IBC, 2022). En el caso del Pico Bolívar de Mérida, el glacial de una de las cinco águilas blancas (Tulio Febres Cordero), yace desaparecido.
Los efectos de la deriva climática son similares a los de una guerra de aniquilación.
Autor
Vladimir Aguilar Castro
Investigador Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas de la Universidad de Los Andes
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Nov 15, 2024