La isla de Margarita, en el estado Nueva Esparta, se encuentra sumida en una profunda crisis eléctrica que está afectando gravemente la calidad de vida de sus habitantes. Los racionamientos eléctricos, que superan las 12 horas diarias, han generado una cascada de problemas que van desde la pérdida de electrodomésticos y alimentos hasta el colapso de la actividad comercial, sumiendo a la población en una espiral de estrés e incertidumbre.
La raíz de este grave problema se encuentra en la explosión del Gasoducto del Complejo Operativo Muscar en el estado Monagas, un evento que, según las autoridades, fue producto de un acto terrorista. Este siniestro ha provocado una severa escasez de gas, el combustible esencial para el funcionamiento de las plantas termoeléctricas que suministran energía a la isla de Margarita. La situación se agrava aún más por la escasez de gasoil, lo que limita aún más la capacidad de generar electricidad en comercios y otras instalaciones.
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Esta crisis energética no es un hecho aislado, sino que revela las profundas fallas estructurales del Sistema Eléctrico Nacional venezolano, el cual ha mostrado signos de colapso en múltiples ocasiones. Ante esta realidad, se hace urgente impulsar la transición hacia fuentes de energía renovables y alternativas y explorar las diversas potencialidades que ofrece nuestro país en este ámbito. La crisis energética que atraviesa Margarita es una llamada de atención para abordar de manera integral y sostenible el problema energético a nivel nacional.
Paralelamente a la crisis eléctrica, los habitantes de Margarita enfrentan otra problemática de larga data: la escasez de agua potable. El suministro irregular, con ciclos de hasta 45 días sin servicio, es otro reto que enfrentan desde hace años los margariteños y residentes de esa hermosa isla. Esta situación evidencia que los habitantes de Margarita, como en el caso de muchas partes del país, los ciudadanos se enfrentan a múltiples crisis que se potencian entre sí, agravando las condiciones de vida de la población.