Abandono de animales en Venezuela: Algunas consideraciones ontológicas

Por Elsa Gabriela Rodríguez Pérez

Imagen tomada de las redes sociales del refugio de animales Santuario Luna. Este Santuario protege a más de 350 perros abandonados.

 

La crisis socioeconómica en Venezuela afecta a no-humanos por igual. Sin embargo, como parte de la visión antropocéntrica propia de nuestra sociedad solo se visibiliza las implicaciones que ha tenido la crisis en la población venezolana (seres humanos), desmereciendo las consecuencias que esta situación ha generado en no-humanos, como es el caso de las denominadas mascotas. Y es que a la par de la migración masiva de venezolanos y venezolanas, se observa también el aumento vertiginoso de perros en las calles. La gente que migra no sólo deja atrás sus empleos y su familia, sino también a sus mascotas. Hay casos más afortunados en los que dejan al animal con un familiar o conocido, pero la mayoría son abandonadas en las calles a su suerte, sentenciados así a una muerte segura (¡en promedio, los perros y gatos abandonados solo sobreviven 6 meses!).

En las redes sociales proteccionistas de animales reportan diariamente casos de animales, especialmente perros, que son abandonados por sus dueños que se marcharon del país (probablemente, debido a su conducta, los casos de gatos son subreportados). Incluso algunos son dejados solos, sin comida y alimento dentro de lo que algún momento fuera su hogar.

Ahora bien, más allá de ciertas condiciones objetivas que puedan motivar al abandono de animales, como la incapacidad de asumir los gastos de comida, o la migración hacia otro país, hay también  significativos aspectos de orden ontológico que subyacen a la decisión de abandonar a un animal de compañía. En este sentido, nos parece pertinente retomar algunas ideas planteadas por la bióloga y filósofa feminista Donna Haraway (2017) en su obra Manifiesto de las especies de compañía perros, gentes y otredad significativa.

 

 Perros-humanos

 Como se mencionó al inicio hay, una tendencia muy marcada en invisibilizar todo aquello que no pertenezca a la especie humana, los no-humanos son obviados deliberadamente en los relatos de la crisis y solo nos centramos en el ser humano sin tomar en cuenta que la relación con animales, bosques, ríos forman parte esencial de nuestra existencia como especie.

En el caso de los perros, según el historiador Yuval Nohah Harari (2015) fueron los primeros animales en ser domesticado. Nuestra relación data de aproximadamente: ¡15.000 años!. Donna Haraway (2017) por su parte indica que “el hombre tomó al lobo (libre) y lo convirtió en perro (servil) y aquello hizo la civilización posible” (p.27). Esta autora habla entonces de una historia de co-evolución entre perros y seres humanos, cuya complejidad no permite dar por sentado su desenlace.

Haraway (2017) afirma categóricamente que “los seres no preexisten a sus relaciones” (p.6). En ese sentido, podríamos decir que tanto el perro, como el ser humano tal y como lo conocemos, son producto de esa larga relación que da cuenta a un vínculo en constante movimiento que va desde el utilitarismo hasta lo afectivo.

El vínculo perro-persona constituye también una expresión de la relación naturaleza-cultura. La forma en que los seres humanos nos vinculamos con la naturaleza no es única. Es decir, existen múltiples maneras de percibir y relacionarnos con ese otro-no-humano. Podemos encontrarnos aquellos que fieles al binarismo sociedad-naturaleza, consideran que el perro es meramente utilitario, algo prescindible, simplemente una mascota, pero como bien dice Haraway (2017): “Sin embargo, el estatus de mascota pone al perro especialmente en riesgo en sociedades como en la que yo vivo—el riesgo de abandono cuando mengua el afecto humano, cuando la conveniencia de la gente toma prioridad o cuando el perro falla en su entrega en la fantasía del amor incondicional (p.37).

Muchos de estos elementos destacados por Haraway influyen en el abandono animal, especialmente el tema de la conveniencia. En tal sentido, el abandono animal supone la expresión de la visión jerárquica sociedad y naturaleza, en la cual se coloca a la naturaleza (no-humanos) en una posición inferior y completamente desvalorizada ante la especie humana. Esto a tal punto que incluso se despoja a ese otro no-humano de su capacidad de sentir dolor, hambre, sed. Haraway (2017) lo reafirma en su obra destacando que, la historia entre perros y humanos está llena dominación y poder, donde la existencia del animal está sometida a las decisiones y a la “economía de los afectos” del ser humano.

Pero no todos los seres humanos conciben a los perros como cosas prescindibles. En Venezuela, los denominados proteccionistas de animales no se dan abasto con la innumerable cantidad de casos de abandonos que son reportados diariamente. Hay grupos en Facebook que otrora se dedicaban a la ubicación de mascotas extraviadas, que ahora (sin planteárselo formalmente y producto de la crisis económica) se ocupan fundamentalmente de la búsqueda de futuros hogares para perros abandonados.

Muchas proteccionistas sin contar con los medios económicos suficientes dan cobijo (como pueden) a perros abandonados. Hay quienes constantemente colaboran con la difusión de casos, otros colaboran con comida y medicina a los refugios o proteccionistas conocidos. Y aunque Haraway afirma que un perro en ningún momento es el telos o propósito de un humano, puedo asegurar que muchas personas dedicadas a la labor de proteccionismo animal, viven y realizan muchas de sus acciones en función de los perros (no-humanos).

Quienes se dedican al proteccionismo animal reconocen al perro como una otredad significativa. Se establece una relación con el animal en la cual se reconoce sus derechos como ser vivo. La supremacía humano-animal, se sustituye por una relación en donde se admite que el animal (si bien diferente al humano) tiene la misma capacidad de sentir que este. Y quizás a través de esta relación podemos entender más el sentido del término especies de compañía que utiliza Haraway. Una especie de compañía denota acompañamiento, reciprocidad y también nos abre a la posibilidad a la empatía del amor y el respeto.

En el caso de Venezuela el abandono masivo de animales nos invita a reflexionar la relación humano-perro y también sobre la compleja interacción sociedad-naturaleza y el carácter híbrido de la misma. Es un llamado a visibilizar y reconocer esos otros (no-humanos) que nos acompañan y forman parte de nuestra historia co-evolutiva.

 

Referencias

Harari, Y. (2015). Sapiens a brief history of humankind. London: Vintage.

Haraway, D. (2017). Manifiesto de las especies de compañía perros, gentes y otredad significativa. Argentina: Boca vulvaria ediciones.

 

 

Elsa Gabriela Rodríguez Pérez

Socióloga (UCV,2001). Especialista en Intervención Psicosocial (UCV,2009). Cursante del Doctorado en Ciencias Sociales (UCV). Docente en la Universidad Central de Venezuela.

Autor

Elsa Gabriela Rodríguez

Socióloga. Docente e investigadora.

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