Sojización en Venezuela: semillas y soberanía alimentaria en riesgo

Imagen de Portada: Imagen alusiva a soya transgénica. Crédito vía Agrolatam

El 6 de octubre apareció en el Diario Vea una nota, ratificada el 7 de agosto por el Ministerio del Poder Popular para el Proceso Social del Trabajo venezolano,  informando de la firma de un convenio para la producción de soya entre la Gobernación del estado Monagas y la Asociación de Productores de Soya C.A. “Ouro Branco”, en el marco de la Gran Misión AgroVenezuela, e indicando que están en fase de cosecha unas 4.500 hectáreas de soya. 

Además se señaló que se pretende expandir el cultivo de soya  a través de una empresa conformada por Aprosoyca (Asociación de productores de soya) y Ouro Branco, quienes informaron estar conformados en una empresa venezolana-brasilera que se encuentra en el país desde hace 21 años. Así mismo en la propia nota se señala que el presidente de Agropatria, Pedro Malaver aspira a la siembra de 200 mil hectáreas de soya, con el fin de alimentar a la agroindustria. Finalmente se señala que Maduro aspira que este cultivo ayude a consolidar la “economía real”.

Estos anuncios, que lamentablemente no son una novedad, encienden las alertas ante la posibilidad de que se esté sembrando soya transgénica en Venezuela, considerando que alrededor del 77% de los cultivos de soya mundiales son de origen transgénico. 

El equipo de investigación del Observatorio de Ecología Política de Venezuela recaudó evidencia publicitaria en Venezuela de la venta de semillas de soya; al contactar a la empresa para averiguar las características técnicas de las semillas publicitadas se nos indicó que la misma es una semilla resistente al Glifosato con características técnicas que nos indican que se estaría posiblemente tratando de la comercialización de semillas modificadas genéticamente. Pero ¿Cuál es el problema si se están distribuyendo o sembrando semillas genéticamente modificadas, es decir transgénicas? ¿Cuáles son los riesgos del glifosato?

La Ley de Semillas, del año 2015, establece en su preámbulo, objetivos y de manera expresa en el Artículo 9  la prohibición de esta actividad:  

Artículo 9.  Queda prohibida la producción, importación, comercialización, distribución, liberación, uso, multiplicación y entrada al país de semillas transgénicas. La Comisión Nacional de Semilla, a través de sus órganos competentes, desarrollará y garantizará la capacidad técnica, organizativa e institucional, para prevenir, identificar, detectar, corregir, revertir y sancionar las violaciones a esta prohibición. 

Esta ley fué una ley propuesta desde abajo, desde las organizaciones populares, en tanto su formulación se dió en un proceso inédito constituyente de iniciativa popular, con debates por el territorio nacional y apoyo de organizaciones y movimientos internacionales de científicos y activistas como Vandana Shiva que felicitaron al gran avance que representa para la región. 

Sin embargo su reglamento quedó pendiente y actualmente no se aplican las sanciones que establece en su régimen sancionatorio: 

Artículo 64. Se prohíbe la producción, importación, comercialización, distribución, elaboración, uso y multiplicación de organismos y cultivos genéticamente modificados mediante la biotecnología moderna. El Estado se reserva los mecanismos a utilizar para garantizar su detección. 

Art. 65 Se prohíbe la introducción, liberación, multiplicación, comercialización y el mejoramiento genético de semillas que pongan en peligro los ecosistemas, la salud humana, la soberanía alimentaria, la seguridad de la Nación, la diversidad biológica y la seguridad agrícola integral del país.

La Comisión Nacional de Semillas, a través de sus órganos competentes, en corresponsabilidad con las instancias del Poder Popular, notificará al Ministerio Público, a los fines de determinar las responsabilidades a que hubiere lugar, así como a los ministerios del Poder Popular con competencia en materia de sanidad, salud agrícola integral y diversidad biológica.

Por ello instamos al gobierno venezolano a la verificación sobre las semillas de soya que se puedan estar produciendo, multiplicando y liberando en el marco de este y otros acuerdos, en razón del cumplimiento de la ley,  considerando la gravedad que representa para la salud y los ecosistemas el hecho de incumplir con esta importante normativa. 

Es importante anotar que este no parece ser un hecho aislado, pues no es nuevo en el país, pero siempre ha sido marginal. En 2007 el Gobierno de Hugo Chávez y el de Nestro Kirchner (Argentina) a través del el grupo económico argentino Grobo S.A; proyecto que no prosperó. Argentina es un país líder en la producción y comercialización de soya y son muchas las organizaciones en este país que se oponen al uso de transgénicos sin embargo es un rasgo característicos de los gobiernos argentinos el apoyo a esta economía de muerte.  En la edición impresa del Diario Vea del 3 de octubre del 2009 se informó que el ministro Elías Jaua, en ese momento encargado de Agricultura y Tierras, anunciaba una inversión de 500 millones de bolívares fuertes, de esa época, para cultivar 35 mil hectáreas de soya en el “Centro de Formación Agrario Socialista” en el estado Anzoátegui. Este Centro Agrario es parte del Proyecto Agrario Socialista que nace de un convenio firmado entre Venezuela y Brasil en la fecha.

La Ley de Semillas es una de las pocas cosas buenas que se han dado legislativamente en los años recientes, ya que prohíbe taxativamente, producción y siembra de semillas transgénicas o genéticamente modificadas con biotecnología moderna (OGM); y protege la producción e intercambio libre de variedades de semillas pertenecientes a las comunidades agrícolas del país. Puedes ver los materiales de Semillas del Pueblo sobre la Ley

La Ley de Semillas desde sus inicios  ha sido criticada por sectores vinculados al agronegocio y políticos interesados en la inversión de commodities agrarios, como el ingeniero agrónomo Werner Gutiérrez, impulsor del grupo BioVenezuela, organización que impulsa el uso de transgénicos y OGM en Venezuela. Estos voceros han alegado que se debe abrir el país al cultivo de transgénicos para satisfacer la demanda de alimentos. 

La idea de que con los transgénicos se puede mitigar el hambre del mundo representa  una falsa solución ya que no existen estudios que demuestren su inocuidad en la salud humana, atentando contra la soberanía alimentaria pues no constituyen alimentos seguros para el consumo humano y la mayoría de los cultivos de transgénicos: soya, maíz, algodón o canola se destinan a la alimentación animal, forraje, no humana, utilizando grandes extensiones de tierras que podrían ser destinados a cultivos para la alimentación directa de los pueblos. Además de que estos suelos quedan inutilizables luego de ser envenenados con el paquete tecnológico, que incluye el glifosato, que acompaña la siembra de estas semillas y hace a los productores dependientes de las corporaciones que las comercian. 

Te recomendamos ver el clásico documental El Mundo Según Monsanto, corporación que en fecha posterior al documental fué adquirida por Bayer. 

Fedeagro igualmente ha emitido comunicados para el impulso del cultivo de soya como una oportunidad para los agricultores que buscan nuevos mercados o un nuevo rubro en donde expandirse. Es curioso, porque además en 2020 el portal Banca y Negocios informó sobre descensos en el consumo de soya en Venezuela, lo que indicaría que el mercado interno no sería el principal fuerte de este cultivo, sino que su orientación principal sería la exportación, por lógica económica. 

Actualmente, de acuerdo al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos,   Brasil es el principal productor de soya del mundo, seguido de Estados Unidos, Argentina y China. Sin embargo, los 5 principales países representan alrededor del 90% de la producción mundial y China tiene un fuerte déficit de producción versus demanda siendo el principal importador de soya y derivados de esta. 

La mayor cantidad de soya va a la agroindustria, para forraje. Es muy posible que esta soya producida en el país, en grandes extensiones de tierras, en monocultivos, como suele ocurrir y vaya a exportaciones destinadas a la ampliación de frontera de la agroindustria de la región, que produce deforestación y profundiza el cambio climático, cosa que limitaría la soberanía alimentaria del país. De ser o constituir cultivos con semillas genéticamente modificadas comprometería la calidad de los suelos, fuentes de agua y la salud humana. Los cultivos de semillas de soya transgénicas, y en general todos los cultivos de OGM (Organismos Genéticamente Modificados) con biotecnología moderna, tienen principios de precaución, moratorias y prohibiciones en muchísimos países y provincias, incluyendo en una provincia de la propia China y una de las razones fundamentales es la falta de certeza de su inocuidad para la salud humana. De acuerdo a ecologistas en acción, ya “a principios de 2006 más de 170 regiones europeas y 4.500 gobiernos o entidades locales se habían declarado Zonas Libres de Transgénicos, ejerciendo así su derecho soberano a proteger su economía”.  

Urge tomar medidas para revertir cualquier ilícito que pueda estarse desarrollando si hay entrada o siembra de semillas genéticamente modificadas en el país, solicitamos se realice la pesquisa obligatoria que corresponde a las semillas que se comercian y siembran en nuestro país. Instamos a las autoridades competentes a cumplir con su deber y a la comunidad académica y a las organizaciones sociales a actuar frente a una posible amenaza a nuestra salud y nuestro derecho a un ambiente sano.

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OEP Venezuela

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