Resulta difícil evocar DARK, la primera serie alemana en Netflix (Baran bo Odar, Jantje Friese son sus creadores), sin revelar parcialmente su intriga. La propia plataforma de SVOD, en la víspera del lanzamiento de la serie se decidió por un “spoiler” este thriller melancólico en un anuncio muy eficaz que reza: “La cuestión no es dónde, quién, cómo, sino cuándo”. DARK merece ser vista. Su relato debuta como muchos otros polares recientes: en Winden, una pequeña ciudad perdida en el bosque y dominada por una imponente planta nuclear, un adolescente desaparece. Luego un niño. Un acontecimiento de la misma naturaleza había ocurrido ya en la región, treintaitrés años atrás. El corazón del misterio parece encontrarse en una inquietante gruta…
Hay que dar tiempo a DARK (“oscuro” en inglés) para trascender los a priori. Se trata de una serie de culto, intrincada, cautivante, con una tragedia familiar metafísica. Después de un inicio cargado de informaciones, digamos que confuso, en el que se va descubriendo un conjunto de personajes con destinos sin vínculos evidentes, se colocan las piezas de un rompecabezas cada vez más potente, orquestado en dos temporalidades: la actualidad y 1986. Crimen, drama, misterio, ciencia ficción, thriller, DARK es todas esas cosas a la vez. Pero algo que hace de DARK una serie aparte es que su drama deriva de una relación con la política energética alemana.
En 2011, poco después del desastre nuclear de Fukushima, Alemania dio inicio a un plan para abandonar la energía nuclear que hacía referencia a riesgos inimaginables. El objetivo del plan, aún vigente, es cerrar todas las plantas nucleares de Alemania antes del fin de 2022. Para 2018 Alemania tenía siete instalaciones de energía nuclear, todas localizadas en la antigua Alemania occidental y construidas en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Dos instalaciones adicionales ya habían cesado sus operaciones en 2015 y otra en 2017.
Como ya hemos señalado, en Winden, la ciudad ficticia donde se desarrolla la trama que comienza en 2019, hay una planta nuclear. Esta instalación debe cerrarse en 2020. El plan para abandonar la energía nuclear es parte de un impulso mayor orientado a la implantación de fuentes de energía renovables.
Esta iniciativa ha tenido como consecuencia cambios importantes en ambos, el paisaje físico alemán (en el que han proliferado campos llenos de turbinas eólicas y paneles solares) y la vida cotidiana de los ciudadanos, a medida que los costos energéticos han experimentado un súbito incremento a partir de 2011.
No obstante, DARK ilustra el hecho de que la intrusión de la producción de energía en la vida social y el entorno ecológico no es nada nuevo. La premisa central de la serie es que en una cueva cercana a Winden, que había sido utilizada en el pasado para almacenar materiales nucleares, se encuentra un agujero de gusano que conecta tres períodos temporales: 1953, 1986 y 2019. En 2019, comienzan a desaparecer unos adolescentes en Winden. Pronto se descubre que esto ya había ocurrido en el pasado. Mads Nielsen, el hermano menor del detective Ulrich Nielsen, desapareció en 1986 y reapareció en 2019 portando una camiseta del movimiento alemán antinuclear. El logo, presente en franelas, calcomanías y otra parafernalia, muestra un sol rojo sonriente sobre un fondo amarillo, rodeado de la frase “¡Energía nuclear, no gracias!”, Diseñado por un estudiante universitario danés en 1972, este logo sigue siendo ubicuo en Alemania y es reconocido en todo su territorio. Mientras Mads usa su franela antinuclear en 1986, los residentes de Winden discuten sobre las ramificaciones del entonces reciente desastre de Chernobyl y sus temores acerca de la destrucción ambiental que podría ocasionar.
Ilustrando el vínculo directo entre el entusiasmo nuclear de 1953, cuando la planta fue construida, las ansiedades de 1986, y la actualidad, DARK presenta una clara genealogía: de tomar decisiones centralizadas basadas en intereses meramente económicos, a percibir los daños derivados de la energía nuclear, hasta finalmente desembarazarse de la energía nuclear y limitar la destrucción futura. Simultáneamente, hay un compromiso muy alemán con la naturaleza no-lineal de la historia, comenzando con los eventos de 1986.
En otro orden de ideas, cabe señalar que, pese a sus circunvoluciones narrativas, que demandan una implicación real del espectador, es la emoción la que prima. DARK posee sofisticadas intricaciones de escenarios, reforzadas por la relación constante entre épocas y personajes diversos. Pero lo que realmente destaca es la implicación emocional. Del espectador para con los protagonistas, pero antes que todo del conjunto del “directorio” de DARK, donde cada acción es motivada por amor. Encontrar un niño, un amante, un marido, una llama perdida o incluso ciertos factores más globales: esta conexión emocional es a la vez la puerta de entrada y el motor emocional de la serie. Después de todo, esta temática de amor a través del tiempo no es desconocida en el género. En este sentido DARK es heredera de La Máquina del Tiempo del escritor británico H.G. Wells.
La serie que comentamos es increíblemente compleja, pero paradójicamente con un desenlace simple. Última prueba de que ha sido objeto de una minuciosa reflexión desde sus orígenes. El todo se configura con una música, una fotografía y unos actores de muy alto nivel. Para finalizar diremos que se trata de trata de una obra audaz, inteligente y, sobre todo, coherente: altamente recomendable.