El encanto amigable y ecológico de la bicicleta

Crédito foto: Imagen de Hands off my tags! Michael Gaida en Pixabay

Emblema de libertad, vitalidad, conciencia ambiental y estilos de vida alternativos, la bicicleta es una máquina maravillosa que desafía cotidianamente la decadente hegemonía del petróleo y el automóvil particular. En tanto que medio de transporte, la bicicleta resume virtudes fundamentales: no contamina, es propulsada por la energía humana, no ocupa mucho espacio y nos ofrece la posibilidad de dirigirnos exactamente adonde lo deseamos, ya que nos confiere una movilidad independiente. Su silencio y dulzura de funcionamiento contrastan radicalmente con el ruido ensordecedor de los vehículos de motor. Su lentitud permite apreciar un desfile continuo de rostros y paisajes. Su sensorialidad nos mantiene despiertos y alertas, desplegando nuestros sentidos en el lugar donde nos encontramos, trátese del olor de unas flores, el canto de un pájaro, el calor del sol sobre la piel, la cima nublada de una montaña o, incluso, el gusto indescriptible de un moscardón tragado a 30 km por hora que se sitúa justo ¡justo en el fondo de nuestra garganta!

La bicicleta es un medio de transporte alternativo de gran beneficio energético. Resulta ideal para combatir el estrés urbano, pues nos ayuda a sonreír, facilita la amistad, previene la obesidad, mejora la salud cardiovascular, fortalece los huesos, los músculos y la mente, reduce la ansiedad y la depresión, constituyendo un formidable vector de calidad de vida y de apaciguamiento del espacio público. Agreguemos a esto el hecho de que las bicicletas no están limitadas por licencias y permisología, simplemente las utilizamos incomodando a jerarcas, burócratas y aprovechadores.

El ciclismo es una actividad accesible a mucha gente. Su práctica contribuye a mejorar nuestra condición física sin las imposiciones de lugar, equipamiento y costo propias de muchos deportes. Además, es una opción de transporte que requiere una mínima inversión y pocos esfuerzos de mantenimiento, su simplicidad hace que pueda ser reparada en cualquier lugar. En la ciudad la bicicleta permite desplazamientos más rápidos, a veces a mayor velocidad que la de los propios vehículos automotores, sometidos al azar de la circulación y los constantes embotellamientos. El orden de amplitud de las velocidades alcanzadas en bicicleta es de aproximadamente 16 a 32 km por hora. Con relación a la marcha, con una inversión equivalente de esfuerzo, la bici es tres veces más eficaz y cuatro veces más veloz. En términos de conversión en movimiento de la energía provista por la comida, la bicicleta es un medio de locomoción superior a cualquier organismo biológico.

El viaje en bicicleta es sano, práctico y económico, combina armoniosamente lo útil con lo agradable. El mantenimiento de la estabilidad entre el ciclista y la bicicleta, en curva o en trayectos lineales, depende de una concordante relación sustentada en las reacciones reflejas llevadas a cabo por la persona ante los movimientos de la máquina; con el giro nos inclinamos hacia el interior de la curva que delineamos y nos doblegamos ante el peso de nuestro cuerpo, sometiéndonos a la fuerza centrífuga y debemos neutralizar naturalmente tales impulsos para mantenernos sobre las dos ruedas. La bicicleta se adapta mágicamente a quienes la utilizan, desde el tamaño hasta la altura del asiento, evitando daños en las articulaciones, desgarramientos musculares y molestias lumbares.

Foto de Andreas Haimerl en Unsplash

Los desplazamientos en vehículos convencionales que utilizan combustibles fósiles se orientan por valores de eficacia, rapidez y menor esfuerzo. A fuerza de querer obtener todo de inmediato y fácilmente, perdemos con su frecuente utilización el sentido y el gusto de las cosas. Nos desplazamos pasando al lado de lo esencial. Por el contrario, pedalear es reencontrar la esencia misma del viaje. En una palabra, pedalear es viajar y no solo desplazarse. Pedalear es tomar nuestro destino por las riendas y no sufrirlo, puesto que al tomar el manubrio de nuestra bicicleta somos el único amo a bordo, lo que hace posible que las variaciones de nuestro viaje sean infinitas. La bici es algo que está permanentemente en movimiento, pero no es un artefacto autómata, somos nosotros quienes decidimos el paso y el ritmo al que se mueve. El ciclista adquiere reflejos adecuados y dominio de la bicicleta en un proceso placentero y entretenido. La bicicleta, mientras más inestable resulta más manejable, sintetizando en su uso la intuición, el azar y la creatividad. Para aprender a manejarla bastan, a lo sumo, tres días y unas pocas caídas. En bicicleta dialogamos con el tiempo y el espacio y somos capaces de tener otras percepciones de la realidad.

Dado que las bicicletas utilizan cantidades mucho menores de caucho y lubricantes que otras formas de transporte como los carros, los camiones y los autobuses, su uso masivo puede contribuir significativamente a la reducción de la deforestación. Cada año, enormes volúmenes de caucho y lubricantes utilizados en vehículos automotores derivan del despeje de miles y miles de hectáreas de bosque para establecer plantaciones de caucho. Los metales producidos para fabricar automóviles y otros vehículos de combustión fósil son mayormente extraídos de la tierra, devastando paisajes y causando más deforestación, generando además contaminación del aire, los suelos y las aguas.

La movilidad en bicicleta reduce las exigencias de espacios para estacionamiento. En cada lote para estacionar convencional caben entre 6 y 15 bicicletas. El asfalto, el alquitrán de calzadas y carreteras y otras sustancias químicas que se vierten para construir lotes de estacionamiento liberan también contaminantes en el aire y el suelo. La remoción de árboles y vegetación complementaria para crear estacionamientos elimina filtros naturales que ayudan a reducir la cantidad de dióxido de carbono presente en el aire. Las superficies pavimentadas incrementan el “Efecto de las Islas de Calor” (áreas construidas que registran varios grados más de temperatura que las áreas circundantes), lo que se traduce en una mayor demanda de energía para aire acondicionado (particularmente en los meses más calurosos) y un incremento energético relacionado con las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya que para estacionar bicicletas se requiere menos espacio, las bicis ayudan a minimizar el efecto de las islas de calor, así como a preservar hábitats importantes.

La bicicleta ofrece la posibilidad de desplazamientos y viajes baratos e independientes para aquellos que, de otra manera, podrían tener más restricciones en sus opciones de viaje. El ciclismo ofrece también un incremento de la movilidad de grupos de población con escasas posibilidades de acceso a los automóviles tales como asalariados con bajos ingresos, desempleados, jubilados y menores de 18 años. Agreguemos a estos beneficios sociales el hecho de que, mientras más gente camine y se mueva en bicicleta, habrá más oportunidades de interacción social en las calles capaces de realzar el sentido de comunidad.

El mundo de la bicicleta no se compone solo de deportistas obsesionados con el rendimiento personal, sino que incluye también en gran escala exploradores, trabajadores, activistas y soñadores. Hay entre ellos y ellas quienes hacen de la bici un medio para mejorar su salud, adaptándola a su invalidez; existen otras personas para las que la bicicleta es un útil de trabajo en el tráfico caótico de urbes como Ciudad de México y el Cairo; se encuentran hombres y mujeres que embarcan toda su familia en una experiencia total de ciclismo, en una escuela de vida; hay aquellos que observan el mundo, lo fotografía y narran pedaleando; y hay también quienes convierten la experiencia de rodar en una aventura plena de encuentros insospechados y grandes emociones, logrando retener con cada pedaleada impresiones y recuerdos inolvidables.

Foto de Soff Garavano Puw en Unsplash

En Venezuela, país petroadicto que desde muchas décadas rinde culto al automóvil, la promoción masiva de la bicicleta, para convertirla en nuestra compañera de todos los días, resulta estratégica en el contexto local de profunda crisis estructural del modelo societario y en el global de creciente crisis ecológica y exigencias radicales de nuevos paradigmas de movilidad y sistemas de transporte urbano. A golpe de pedal, podemos combatir la sociedad despilfarradora de consumo y el extractivismo, el desorden climático y la falsa y muy peligrosa alternativa de la energía nuclear, luchando colectivamente por la transformación de nuestras ciudades en ámbitos ecosociales de arquitectura y urbanismo más amables, en paisajes que incluyen de manera privilegiada a los peatones y los ciclistas, desterrando las políticas de transporte y crecimiento metropolitano destinadas a perpetuar el dominio de los vehículos a combustible fósil.

Nos manifestamos a favor de la generalización de las opciones y compromisos que promueven la bicicleta. Persuadidos de  que los transportes activos proporcionan respuestas a problemas ambientales, sociales y económicos del siglo XXI, a cuestiones relativas a la contaminación atmosférica, el ruido, las patologías, el poder de compra de las familias,  las dificultades presupuestarias de las colectividades territoriales, la erosión del tejido social, consideramos al uso de la bici, en un marco de diversificación y mejoramiento de la movilidad, como una necesidad. Debemos luchar  por medidas que impliquen: la inscripción de la bicicleta en políticas de transición que privilegien los desplazamientos activos; la construcción de infraestructuras ciclísticas en zonas urbanas y periurbanas; la educación de la ciudadanía en lo que refiere a las ventajas que ofrece el ciclismo para la salud, el transporte, la economía y el ambiente para los individuos y las comunidades, contribuyendo a la emergencia de una generación ciclista; el apoyo político y colectivo a emprendimientos que se involucren dialógicamente en la fabricación de bicicletas y en planes de desplazamiento que favorecen la bicicleta, la marcha a pie y el  transporte intermodal en común; la intervención y reasignación de espacios públicos destinados en la actualidad al estacionamiento de automóviles y camiones que garantice una logística urbana sostenible de proximidad con microcentros de consolidación, puntos de transferencia, zonas de estacionamiento, de recarga, mantenimiento y reparación; el diseño y la puesta en práctica de planes de seguridad vial que garanticen a los ciudadanos una movilidad sostenible y segura; la difusión masiva de información relativa a las transformaciones y mejoras logradas  en materia de ciclologística y ciclomovilidad en ciudades tales como Copenhague, Ámsterdam y Pontevedra, que nos inspire para hacer de nuestras ciudades ámbitos de paz e igualdad, dinámicos, ecolófgicos, innovadores y referentes en materia de movilidad alternativa.

Según Albert Einstein, la vida es como andar en bicicleta: para mantener el equilibrio siempre debemos seguir avanzando. Orientándonos con esta afirmación podemos avanzar hacia la solución democrática de los serios problemas de movilidad que se desprenden de los modos de vida hegemónicos e insustentables imperantes en nuestras ciudades y territorios. Para ello contamos, entre otras cosas, con la bicicleta.

Autor

Francisco Javier Velasco Páez

Antropólogo y Ecólogo Social. Doctor en Estudios del Desarrollo, Maestría en Planificación Urbana mención ambiente, Especialización en Ecodesarrollo, profesor investigador del CENDES UCV. Director del CENDES

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