No existe ninguna «post pandemia”, lo que en su lugar se ha dado son capas y capas de pandemias, una sindemia[1], que se suman con sus causas estructurales y epocales, como en un círculo virtuoso adicionando síntomas y enfermedades sobre un cuerpo inmunodeprimido. El cuerpo-tierra-agua con su sistema social, político, espiritual y ecológico se encuentra inmunodeprimido. Sus más profundas y crónicas enfermedades: el patriarcado, el racismo, el antropocentrismo, el androcentrismo, la mercantilización de la vida, el individualismo, el extractivismo (siga haciendo usted su lista) suman síntomas-pandemias como: la COVID19, el Sida, el cáncer, la pobreza extrema, los feminicidios.
Este solapamiento de múltiples crisis marca “el colapso”. La idea de colapso lleva implícita una carga negativa importante. Por un lado, se encuentra su acepción como disminución del ritmo de una actividad, que implica que algo se ralentiza y se frena, se detiene, se imposibilita. Por el otro, tenemos la connotación del colapso como la destrucción o ruina de algo – instituciones o sistemas-.
Ambas contienen una valoración negativa que se sustenta hoy en día en la conclusión de que, fácticamente, las condiciones de reproducción de la vida se encuentran en detrimento: la biodiversidad -social, política, biológica- pierde vigor y merma; las condiciones climáticas se hacen impredecibles y caóticas; los cuerpos (humanos y no humanos) se llenan de sustancias que les restan la vida, y así sucesivamente. Se avanza hacia la paralización de la posibilidad de reproducción de las vidas y sus interconexiones como las conocemos.
La segunda acepción, la que hace referencia a la destrucción o ruina de algo (institución o sistema), nos presenta una paradoja fundamental: para que se reconstituyan las condiciones de diversidad que posibilitan las vidas algo tiene que colapsar. Es decir, del colapso se transita y se deviene vida sólo a través del colapso. Esto es así porque para poder sobrevivir dignamente es necesaria la destitución del sistema de imposición de la muerte que representan el capitalismo en su fase neoliberal y el patriarcado, dando paso a “un colapso” creativo, esto es: la ralentización de la vida, el freno al crecimiento infinito impuesto por la idea de desarrollo, la trasformación por sublimación del deseo de conquista de lo otro y que se haga posible el sobrevivir y crear nuevas condiciones para las vidas.
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Algunos autores hablan de metacrisis para expresar la confluencia de crisis; la existencia de una crisis subyacente a las multicrisis: ecológica, política, sanitaria, educativa, entre otras; y también para hacer referencia a una crisis cognitiva, epistémica, relacionada a la falta de comprensión y saberes de la propia humanidad sobre las conexiones que unen y relacionan todas estas esferas de la vida en crisis (Kowalski, 2021).
A nuestro entender la metacrisis -la crisis subyancente a y sobre la crisis – estaría además relacionada a los procesos de normalización de las desigualdades en donde la espectacularización de estas crisis[2] – con sus diversos, multiescalares y complejos sucesos – impide ver las causas profundas de la desconexión entre las esferas de la vida (o la ilusión de que están desconectadas) y sus manifestaciones o impactos para nuestra cotidianidad y afectos y contextos inmediatos de evidencia. Esto es, por ejemplo, cómo no sabemos distinguir arboles enfermos de arboles sanos, ríos vivos de ríos muertos, o cómo asociamos los “eventos climáticos o ambientales” a catástrofes inesperadas y contingentes disociadas entre sí, por nombrar algunos ejemplos.
En esta metacrisis, la normalización y la espectacularización de las crisis son amplificadores de las actuales condiciones de desigualdad, violencias múltiples y vulnerabilidades, en especial de las condiciones para minorías racializadas y de los países de baja renta. Por otra parte, en el marco de ese proceso de normalización, la desvinculación de esta multicrisis de la dinámica diaria y del tiempo del presente y sus vínculos con nuestra cotidianidad juegan en contra para la acción.
Pensamos, bajo una lógica moderna, que el colapso es un asunto del futuro, un provenir fatal y trágico por el que ya no hay que preocuparse, haciéndose borrosa la zona de la esperanza, donde el no aún «not-yet» (Noch-Nicht de Ernst Bloch) parece eterno. Lo diario, lo cotidiano, no está en ese futuro y pensamos que ya vendrán formas de “remediar” el porvenir – tecnológicas, desde los estados, no se sabe bien desde dónde- en todo caso, desde un lugar sobre el que no sentimos poder incidir, es como si nuestro sistema colectivo de defensa no reaccionara.
En palabras de Alba Rico (2021):
“Lo normal… es no pensar, no defenderse y no imaginar; en condiciones capitalistas la normalidad se vuelve, por añadidura, no solo más normal que nunca, sino asimismo más peligrosa e interactiva. En condiciones capitalistas, no se puede ya ser normal sin contribuir más o menos a derretir el Ártico” (s/p)
Para sumar a esta reflexión, epistemológicamente, y en torno a la posibilidad de comprender por lo que estamos atravesando, existen interpretaciones diferenciadas por diversos sujetos en términos de sus múltiples opresiones y formas de subjetivación, lo que afecta la posibilidad de responder políticamente e incluso teóricamente a la crisis. Esta dimensión epistemológica es un eje importante que atraviesan las reflexiones desde los ecofeminismos y filosofías ambientales (Guerrero y Mercado, 2019).
Urgencias Post
Resulta absurdo que, en condiciones de acelerada desigualdad por una situación de sindemia, la respuesta sea la guerra. En medio de las diversas reacciones, nos preguntamos: ¿A dónde sumarán los múltiples levantamientos y masivas movilizaciones que se suscitan ante el estado permanente de excepción de los Estados, la captura por las corporaciones de las instancias multilaterales[3] y la profundización de la desigualdad y la precarización de las vidas?
Las condiciones actuales de salud humana y desentendimiento, esto es la falta de cuidados, de la humanidad son un reflejo de las condiciones de salud y descuido sobre la Tierra, somos causa y síntoma. Por un a lado, no percibimos la conexión con el todo, aun experimentándola[4]; y por el otro incentivamos esta falta de precaución y atención esencial. La interconexión existe, por ello padecemos, junto a las especies, las consecuencias en la salud y cada fragmento de la vida de nuestra falta de cuidados hacia el cuerpo- tierra-agua, pero no logramos evidenciar este vínculo y actuar en el presente (to enact en inglés) y en consonancia con la emergencia.
Hablamos de post-extractivismo, post-neoliberalismo, post-capitalismo, de una sociedad post-patriarcal e incluso de post-pandemia en un acto de imaginación sobre el horizonte hacia el que se desea transitar. De ello se desprenden formas transicionales energéticas y civilizatorias creativas. Sin embargo, este trasbordo a un modo de vida otro, de sostenibilidad, es un deseo con expresiones tangibles en el ahora. Existen en el presente una constelación creativa de experiencias colectivas que además de hacer evidente el vínculo con las redes de vida y vivir fuera de la aceleración moderna y ficticia de los ciclos de vida, cuidan nuestra propia relación vincular con la vida. Por ejemplo, comunidades amazónicas que cuidan de la biodiversidad que nos permite vivir, comunidades de mujeres que hacen visibles los trabajos esenciales de los cuidados y su valor, entre otros.
El análisis de las formas de control antropocéntrico, heteropatriarcales y coloniales de las fuerzas de vida, que establecen jerarquías para dominar la naturaleza y cuerpos feminizados puede orientar. Sin embargo, para pensarnos las transiciones civilizatorias con justicia para los comunes – transiciones energéticas, ecosociales, anticoloniales- se requieren la enacción (Escobar, 2014) – la evidencia de lo existente- y los diálogos creativos: escuchar, ralentizar el tiempo vincular, darles importancia a los ciclos de la naturaleza, resulta urgente. Es fundamental hacer de los “post-” no sólo devenires sino presentes megadiversos para curar la tierra, hacia las transiciones justas que deseamos.
Referencias
Alba Rico, Santiago 2021 El regreso de la Peste. Pansindemia y normalidad. Nueva Sociedad. Disponible en: https://nuso.org/articulo/Pansindemia-normalidad/
Escobar, Arturo (2014). La invención del desarrollo. Universidad del Cauca.
Guerrero Siobhan y Mercado Agustín (2019). Mundos en colisión: Antropoceno, ecofeminismo y testimonio. Sociedad y ambiente. Disponible en https://revistas.ecosur.mx/sociedadyambiente/index.php/sya/article/view/1935/1767
Kowalski, Kyle (2021) A Crisis of Crises: What is the Meta-Crisis. Disponible en: https://www.sloww.co/meta-crisis-101/
NOTAS
[1] «La ‘sindemia’ fue concebida por primera vez por Merrill Singer, un antropólogo médico estadounidense, quien argumentó que un enfoque ‘sindémico’ revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política de salud” (Horton, 2020: s/p)
[2] Nos referimos a la espectacularización, como la puesta en escena de la crisis y relatos del colapso climático y ecológico en el cine, medios de comunicación diversos y redes sociales.
[3] Vemos con preocupación, como ejemplo, la firma de un acuerdo de entendimiento para promover la investigación en el área de género entre ONU Mujer y BlackRock, una de las inversionistas más importantes con vínculos profundos con la industria militar y de combustibles fósiles. https://www.blackrock.com/corporate/newsroom/press-releases/article/corporate-one/press-releases/blackrock-and-un-women-to-promote-gender-lens-investing#:~:text=NEW%20YORK%20%E2%80%93%20May%2025%2C%202022,growth%20of%20gender%20lens%20investing.
[4] Como en el caso de La Covid 19, acontecimiento que interpretamos como efecto especular vinculado al deterioro de la salud de los ecosistemas, entre otros factores ecosociales, y que se refleja en la salud de nuestros cuerpos.