El desarrollo y difusión apabullante de nuevas tecnologías está teniendo consecuencias muy serias para el equilibrio planetario y la supervivencia de la propia humanidad. Se hace necesaria la reformulación del patrón hegemónico de la tecnología política, propiciando una convergencia entre saberes alternos y la tecnociencia con miras a trascender la manipulación instrumental en la sociedad y la naturaleza.
Hace apenas unas pocas semanas, en los medios y redes internacionales, apareció una noticia que informaba acerca del efecto de alteración (pequeño pero significativo por ser resultado de una intervención humana) que parece tener la llamada presa de las “Tres Gargantas” (una construcción faraónica situada en la provincia china de Hubei, que atraviesa el río Yangtsé) en la rotación de la Tierra. Dicha descomunal infraestructura hidroeléctrica, la más grande del mundo, estaría impactando también la duración de los días y las noches. (1). Así como lo revela la reciente y creciente preocupación sobre los riesgos y alcances de una indetenible propagación del uso de la Inteligencia Artificial, o como lo han problematizado antes planteamientos hechos en torno al uso de la energía nuclear y la manipulación genética, esta noticia sobre el impacto de esa monumental construcción pone de manifiesto implicaciones muy serias para la estabilidad del planeta y el futuro de la humanidad derivada de la incidencia global de las intervenciones humanas a través de la tecnología.
Cabe aquí destacar que la supervivencia de la especie humana está seriamente amenazada en el marco de la crisis civilizatoria global, crisis multidimensional que se manifiesta de una u otra forma en diferentes latitudes. Las perturbaciones climáticas extremas, la simplificación, degradación y eliminación masiva de las más variadas formas de vida, las feroces disputas geopolíticas, los sangrientos conflictos del Medio Oriente, Ucrania y el Congo, la conversión de la guerra en una condición crónica de esta época, la depauperación de vastos sectores de población, el auge de las denominadas “economías ilícitas”, la proliferación de gobiernos autoritarios, la descomposición social, el crecimiento de las desigualdades, la pérdida de sentido existencial, la desorientación generalizada, la inestabilidad y la incertidumbre ascendente, son algunas de sus expresiones actuales más dramáticas.
En este marco asistimos a la eclosión y promoción de nuevas tecnologías mediante una red mundial de expansión tecnológica, con una sofisticación cada vez mayor de la artificialidad, que seduce y aliena a la gente (salvo honrosas minorías) en el Este y en el Oeste, en el Norte y en el Sur. Nos encontramos ante una circunstancia en la que en el seno de poblaciones enteras que se ven acosadas por el cansancio y la asfixia social, por el hastío y la exclusión, diversos estamentos sociales viven (aunque de manera diferencial) de innovaciones high tech que crecen como un cáncer (una novedad tras otra), operando en muchos casos despilfarrando recursos y actuando a contracorriente de los ciclos naturales y la lógica de los ecosistemas. En este sentido, nos topamos con la incidencia directa de esa tecnología en la generación de pesadillas relativas a un apocalipsis ecológico, un desmoronamiento de los sistemas responsable del equilibrio planetario.
Vivimos bajo la amenaza cada vez mayor de la destrucción irrevocable del mundo biológico y social gracias a un patrón civilizatorio que rinde culto al crecimiento indefinido y al fundamentalismo tecnológico, reemplazando lo orgánico con lo inorgánico, el suelo con el concreto, los bosques con la tierra arrasada y la diversidad de formas de vida con ecosistemas degradados. En resumen, un retroceso en el curso evolutivo hacia un mundo mineralizado, incapaz de sostener formas de vida compleja de cualquier tipo, incluyendo la humana. Esta avasallante marcha de la lógica tecnocientífica y mercantil hegemónica se asocia estrechamente con una segregación creciente de amplios sectores de población, con investigaciones y planes para substituir mano de obra y trabajo humano por aparatajes tecnológicos complejos. Muchas innovaciones tecnológicas de punta han acrecentado las disparidades y han contribuido a achicar los márgenes de libertad, sobre todo, aunque no de manera exclusiva en la periferia del sistema mundial. La gran industria ha perdido importancia y el desarrollo tecnológico se ha convertido en arma fundamental de la lucha por la supremacía global.
Ver también: Documento: Dilemática del antropoceno: ¿catástrofe, tecnomutación o proyecto emancipatorio?
La tecnología ha polarizado aún más al mundo y ha generado fragmentaciones en las antiguas alianzas. La desigualdad tecnológica atenta contra la autonomía de los países, las comunidades y los derechos humanos. La tecnología se hace política y la política tecnología.
Se trata de un fenómeno que cabalga sobre el afán de lucro, la moda, la frivolidad publicitaria, los discursos políticos, el control social y la dominación, que inspiran a la cinematografía, los espectáculos, los noticieros, las pláticas lacónicas, crecientemente banales, elogiando el “progreso” y el futuro único de manera acrítica e incondicional. Prospera en un sustrato de quiebre ideológico que alimenta el mensaje de no pensar, no tomar partido, no cuestionar, sino obtener beneficios según el gusto de cada quien por separado. Se orienta en el rumbo hedonista y reductor que tiene como horizonte estratégico un escenario de paraíso hipertecnológico. Deshechos los lazos espirituales con la naturaleza y sometida esta última a la exploración y explotación tecnológica sin control, a la manera de un algoritmo desbocado, los que pueden pugnan por atiborrarse de hechos vaporosos, existenciales, de prontitudes fugaces.
Se imponen hoy nuevas tecnologías que no han sido concebidas para levantar la ética, la cultura, la inteligencia valorativa y crítica. La técnica es fundamentalmente una política (2). Para el tecnólogo y el tecnocientífico los problemas que la técnica debe resolver se reducen a perfeccionar el sistema empleado. Es un flagrante error “técnico” suponer que es suficiente con que la estructura de la propuesta de cambio sea meramente técnica, haciendo abstracción de su factibilidad política y administrativa, los valores que la circundan, la interacción de los actores implicados, su grado de aceptabilidad, sus implicaciones sociales y ecológicas. También es un error suponer que basta con realizar una escogencia de la “mejor alternativa” o política de acuerdo únicamente con discernimientos técnicos.
Lo que en realidad ocurre es otra cosa. A medida que se refinan las nuevas tecnologías en todos los campos, electrónica, nuclear, robótica, biomecánica, genética, viral, espacial, informática, etc., aumenta la demanda ética de decisiones que supediten esa expansión a controles, evaluaciones, juicios y moderación. Las élites creadoras de tecnología han perdido el sentido de solidaridad básico de la especie a la que pertenecemos los seres humanos. Se han extraviado y han perdido también el de la realidad física y ecológica planetaria. Se proyectan con desmesura, planifican y actúan como si fueran los dueños del universo, como si fueran los amos de una existencia sin tiempo, de duración infinita, como si no existieran las regularidades cíclicas, la realidad espacial, los límites físicos de nuestro mundo. En su ceguera no se dan cuenta de que mientras más arruinen la naturaleza, la compleja trama de la vida y la experiencia total de la vida humana, más se aproxima el fin de la especie (por ende, de ellos mismos) y el colapso de la Biosfera.
El triunfo de esta empresa prometeica conducida por un nuevo sector privilegiado de tecnólogos y economicistas, asociado al poder estatal y corporativo transnacional, abreva en un universalismo inconcreto, al margen de cualquier controversia democrática, es evanescente, ilusorio y tiene un talón de Aquiles. Basta con que se desate una pandemia como la del Covid 19 para paralizar al mundo casi por completo, es suficiente con un apagón para sumir a grandes metrópolis en la oscuridad de la noche, tan solo se necesita la alteración de un circuito integrado para que se desate el caos, basta con un error informático para provocar el desplome de los mercados bursátiles, basta con que ocurra un terremoto, un tsunami, un maremoto o un huracán para que colapsen mega instalaciones industriales, plataformas petroleras o plantas nucleares, una gran tormenta solar es suficiente para desquiciar la trama global de telecomunicaciones.
Pese a que la “Espada de Damocles” que el establishment tecnológico, estrechamente vinculado al estatal-corporativo, donde confluyen también intereses de estamentos militares y liderazgos megalomaníacos, sostiene amenazadoramente sobre nuestras cabezas, por mucho que se ha difundido la gravedad de esta amenaza para la vida en su conjunto (no solo la humana) que representa el desarrollo y el despliegue desenfrenado de cierta tecnología, los poderes políticos, económicos y doctrinarios insisten en certificar la creencia en que basta con más conocimiento científico y el empleo de nuevas tecnologías para que se puedan ir resolviendo en mayor parte acuciosos problemas como la pobreza, el hambre, las desigualdades, las epidemias, la contaminación galopante y el cambio climático, entre otros.
Ver también: Antropoceno y tecnologismo: la humanidad en una encrucijada de técnicas y artefactos
En la actualidad vivimos y sobrevivimos en una realidad global, esquizoide y paradójica. Artilugios de punta y redes tecnológicas cada vez más interconectadas coexisten y sirven para propiciar de forma incremental percepciones, comprensiones y orientaciones fragmentadas y superficiales. Urge por ello reconsiderar la naturaleza de la tecnología y su rol en la creación de un mundo diferente, de otros escenarios de futuro. A este respecto debemos desechar la idea de la tecnología entendida como un proceso de progreso unilineal (presente tanto en el pensamiento liberal como en el socialista), en el que se pueden identificar circunstancias de mayor o menor avance, pero sin otras alternativas que escapen a ese sendero privilegiado y estrechamente particular de evolución y mejoramiento de la conjunción de los saberes y las técnicas para comprender e intervenir en el estado ontológico de las cosas. Como lo atestigua nuestra realidad en Venezuela, América Latina y otras regiones periféricas del mundo, una cantidad significativa de nuestros problemas y desequilibrios ecosociales deriva de la adopción acrítica o la imposición de patrones tecnológicos inapropiados, más costosos, concentradores, socialmente excluyentes y ecológicamente destructivos. Tenemos necesidad de otras miradas y otras fuentes que nos conduzcan a repensar lo conveniente y lo realizable en materia existencial, societal y particularmente tecnológica, a reorientar y resemantizar el rumbo del acelerado cambio tecnológico hacia opciones diversas capaces de coexistir en equilibrio y sin ignorar que es necesario afrontar problemas globales, tales como la crisis ecológica, con una perspectiva de conjunto en la que converjan visiones plurales, trascendiendo el predominio del utilitarismo pragmático y la racionalidad instrumental, y haciendo posible la construcción de otros futuros, entendiendo que las cosas pueden ser de otra forma. De encontrar maneras de cómo el conocimiento moderno tecnocientífico (el cual, justo es reconocer, ha hecho grandes e invalorables aportes a la humanidad) y el canon tecno económico que le es afín, pueden ser reconfigurados, enriquecidos, y afinados por conocimientos marginados y subordinados, por las posibilidades de compatibilidad y por los cambios necesarios en los modelos dominantes. Tarea titánica, no hay duda al respecto, pero imperiosa. Contamos con que los procesos de coevolución natural y sociocultural son ilimitadamente creativos. Podemos habitar y coordinar varias herencias surgidas de escogencias democráticas esenciales, aprovechar los diferentes legados en los momentos y circunstancias apropiadas, abrir el compás hacia otras experiencias cognoscitivas y prácticas que sobrepasen la priorización de los propósitos de manipulación instrumental de los humanos y la naturaleza como fin último.
(1) DW CIENCIA/CHINA China: central hidroeléctrica altera rotación de la Tierra 07/10/20247 de octubre de 2024
History Latinoamérica La colosal construcción china que ha alterado la rotación de la Tierra https://www.historylatam.com/civilizaciones/la-colosal-construccion-china-que-ha-alterado-la-rotacion-de-la-tierra 23 de septiembre de 2024.
(2) Emilia Bermúdez Nuevas Tecnologías y Política Revista Venezolana de Gerencia Año 5. NIl10, 2000, 25-34 Vicerrectorado Académico – LUZ
Edgardo Lander La ciencia y la tecnología como asuntos políticos. Límites de la democracia en la sociedad tecnológica
Fondo Editorial de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela Publicaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (FACES) Editorial Nueva Sociedad, 1992
Oliver Zazueta La Tecnología es Política CRUCE Mi comunidad ITESO 10 de julio de 2024 https://cruce.iteso.mx/la-tecnologia-es-politica/