Por Mariangel Vielma
Observatorio de Ecología Política de Venezuela
La temática ambiental si bien ha sido ampliamente estudiada por la comunidad científica, ha sido poco internalizada por el resto de la población. Más allá de la creación de instituciones, publicación de informes y promulgación de legislatura en materia ambiental, el planeta sigue necesitando acciones determinantes para detener la escalada de deterioro ambiental que ha generado el supuesto desarrollo global.
Si bien la Conferencia de Estocolmo sobre el medio humano (1972) es el primer antecedente de una reunión de la ONU para tratar asuntos ambientales y de ésta se deriva la conformación del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en diciembre del mismo año, es en 1975 cuando se dedica un espacio para tratar el tema de la educación ambiental, en el Seminario Internacional de Educación Ambiental (Unesco-PNUMA- Belgrano), existiendo un comunicado final, la Carta de Belgrano.
En dicho seminario se llega al consenso de que el mundo ha experimentado un desarrollo tecnológico sin precedentes, pero al mismo tiempo ha repercutido negativamente en varios aspectos cómo la degradación de las condiciones ambientales y la amplitud en la brecha de desigualdad entre pobres y ricos. Para afrontar la situación, se exhorta a replantear el concepto de desarrollo, de manera de integrar la calidad de vida de los pueblos cómo propósito para alcanzar la pluralidad e igualdad de condiciones de la población, en equilibrio con el ambiente, en contrapartida a la dominación y explotación.
Ante lo argumentado, en la Carta de Belgrano se propuso trabajar por una ética más humana, “una ética que adopte actitudes y comportamientos para individuos y sociedades en consonancia con el lugar de la humanidad dentro de la biosfera, que reconozca y responda de manera sensible a las relaciones complejas y en constante cambio entre el hombre y la naturaleza y entre los mismos hombres.”[1]; pero ¿cómo lograrlo?. En dicho seminario se planteó establecer un nuevo sistema educacional, que estuviese enfocado en la Educación Ambiental (EA), tal como se había recomendado en la Conferencia de Estocolmo. Entonces, el reto de aplicar a escala internacional un programa de educación ambiental, es que éste lograra renovar no sólo el ámbito de la institución educativa, sino a su vez trascender la enseñanza y el intercambio de conocimiento ambiental con la comunidad, puesto que el enfoque de la educación ambiental establecido fue el de tomar como eje central las relaciones humanas con su entorno y que dichas relaciones fuesen armoniosas entre sí, así como también las relaciones entre los grupos humanos, es decir, las responsabilidades que se tienen tanto individual como colectivamente con el ambiente.
Por consiguiente, dicha carta establece las pautas para llevar a cabo la educación ambiental, donde se considera que debe ser constante y permanente, dentro y fuera de aula, tema de dominio público y foco central para determinar las vías de desarrollo de cada sociedad. Por ello fue establecido que la educación ambiental debe generar en las personas y en los grupos sociales conciencia, sensibilidad y responsabilidad sobre el medio ambiente y sus problemas, también enseñar conocimientos básicos sobre cómo funcionan las relaciones ambientales (enfoque ecológico), promover actitudes de participación activa para la protección ambiental y así mismo proporcionar herramientas para que los individuos y el colectivo sean aptos para afrontar problemas ambientales, considerando la influencia de las relaciones humanas sobre el entorno natural ( política, economía, legislación, tecnología).
¿Cómo va entonces la educación ambiental en Venezuela?
Es entonces el planteamiento de la EA un mecanismo poderoso de conocimiento y quehacer para la autodefensa ambiental de los pueblos por su territorio. Pero cabe preguntarse, ¿qué ha pasado con la aplicabilidad de la educación ambiental tras pasar 45 años de la carta de Belgrano?, a pesar de que el PNUMA lleva a cabo estrategias de educación, legislación, asesoría y tratados de cooperación entre los países miembros de ONU, trabajando en conjunto con los gobiernos de cada país, a la fecha seguimos en deuda con el planeta. Para efectos de este artículo, nos dedicaremos al caso venezolano.
En Venezuela, en el año 1976 se promulga la Ley Orgánica del Ambiente y también es creado el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables – M.A.R.N.R, que dentro de su estructura organizativa contempló la Dirección General de Educación Ambiental y la creación de la Fundación de Educación Ambiental (1977). El Ministerio entonces desarrollaba programas escolares de educación ambiental para docentes y estudiantes, y se incorporó en los programas de estudios información ambiental. Sin embargo, al pasar del tiempo las instituciones del Estado y las leyes han tenido modificaciones. Hoy en día el antiguo M.A.R.N.R es el Ministerio para el Poder Popular para el Ecosocialismo y las políticas en cuanto a la EA también cambiaron.
En la actualidad, lo que está en vigencia en cuanto a educación ambiental, se expresa en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el Titulo III. De los Derechos Humanos, Garantías y de los Deberes, Capítulo VI. De los Derechos Culturales y Educativos, en el artículo 107 se afirma la obligatoriedad de la educación ambiental en el sistema educativo nacional e inclusive ejecutarla en la educación ciudadana no formal. Así mismo, la Ley Orgánica de Educación (2009) establece en el numeral 5 del artículo 15 la promoción de la conciencia ecológica, la preservación de la biodiversidad y el aprovechamiento racional de los recursos, y en consecuencia el diseño curricular del Sistema Educativo Bolivariano (para la educación primaria y secundaria) contempla al ser humano y su integración con el ambiente, dentro de las áreas de aprendizaje/ pilares. De igual forma la Ley Orgánica del Ambiente actual (2006) contempla la educación ambiental en el Título IV. De la Educación Ambiental y la Participación Ciudadana, estableciendo conceptos y lineamientos para ello.
Desde lo conceptual y legislativo, Venezuela cuenta con los lineamientos necesarios para ejercer una política de educación ambiental cónsona con la normativa internacional y con el bienestar de la propia biodiversidad del país, e inclusive posee una amplia legislación en materia ambiental para regular, defender y proteger el ambiente [2], pero a pesar de todo ello existen múltiples problemas de degradación ambiental, poca acción para contrarrestar los daños y una gran presión gubernamental por explotar los bienes comunes violando la legislación ambiental, ejemplo de ello es el decreto N° 2248. (Véase también mapa de conflictos ambientales AQUI)
Hoy en día, el reto por concretar la educación ambiental en Venezuela es tarea ciudadana, ya que somos responsables de proteger la biodiversidad, de la que también somos parte y ejercer una contrapartida a la acción depredadora del gobierno que obvia los derechos ambientales y esboza un discurso “ecológico” desde el cuerpo del Estado.
Algunas experiencias de interés para la educación ambiental en Venezuela
Algunas iniciativas de educación ambiental por parte de la sociedad son ejemplos de que es posible ejercer nuestro derecho y deber ciudadano de responsabilidad con nuestro entorno. Uno de los ejemplos que mencionaremos a continuación es el Grupo Ecológico San Pedro, una asociación civil de la parroquia San Pedro de Caracas, que trabaja por concientizar a la ciudadanía y en principio a los vecinos de la parroquia sobre la importancia de la naturaleza, contemplando la divulgación y denuncia de los daños a la vegetación, así como la protección de los árboles y su reproducción a través del propio vivero que han construido, para luego sembrar las plantas que han germinado en dicho vivero, dentro de la parroquia. El grupo ecológico San Pedro se ha convertido en un espacio de enseñanza acerca de los árboles aptos en zonas urbanas y ha congregado a estudiantes de las universidades que realizan el servicio comunitario y los vecinos que se han sumado a la causa ambiental.
Otra iniciativa ambientalista fue la de Geochamos, que operó entre 2011-2013 en la av. Victoria del municipio Libertador, Caracas. Geochamos fue un programa de formación integral en educación ambiental dirigido a niñas, niños y adolescentes, mediante la cultura de aprender-haciendo, que tuvo como objetivos concientizar sobre los principios de la naturaleza, el ambiente y el espacio geográfico, desarrollar el sentido de conservación y el proceso de desarrollo de las plantas. Geochamos en alianza con el Grupo Ecológico San Pedro, logró que los chamos aprendieran a germinar semillas, a cuidar el crecimiento de las plantas y posteriormente a sembrarlas en las aceras de la av. Victoria, realizando también pancartas alusivas al cuidado de los futuros árboles de urape en la zona. Los Geochamos aprendieron a desarrollar el sentido de orientación realizando croquis y practicando con el uso de la brújula. También tuvieron excursiones en el Ávila, pudiendo tener contacto directo con la naturaleza y disfrutarla. Ciertamente fue de mucha significancia para todos los que participaron en esta iniciativa.
Los mencionados ejemplos muestran que sólo organizándonos podremos ejercer nuestros derechos y deberes ambientales en beneficio común. El primer ejercicio es en nuestro núcleo inmediato, invitando a experimentar que la educación ambiental comienza en casa para luego trascender en nuestra comunidad y de esta manera seguir escalando. Entonces un nuevo reto para el 2020 es trabajar colectivamente por la educación ambiental.
[1] Carta de Belgrado: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000017772_spa