¿Hasta cuándo nos hundiremos en el “Excremento del Diablo”?

agosto 10, 2020

Por: Erick Camargo (Corresponsal OEP)

Para Observatorio de Ecología Política de Venezuela

En medio de la crisis nacional que afecta todas las esferas de nuestra cotidianidad, y es la principal señal del colapso del petro-Estado, levantado a principios del siglo XX con el descubrimiento de los primeros yacimientos petroleros en el país, en el marco de una de las más crueles y autoritarias dictaduras de nuestra historia nacional; aún existen voces que abogan por la restauración y la esperanza de volver a restituir dicho modelo de país, a pesar del evidente colapso.

Aseguran estos voceros que la actual destrucción del sistema rentístico-petrolero se debe exclusivamente a la llegada de Chávez al poder e incluso niegan la posibilidad de las alternativas al petróleo, así como también niegan la posibilidad de la existencia de una Venezuela no petrolera y no extractivista. Hacen caso omiso a la emergencia climática y ambiental que amenaza a la humanidad, añorando que aún quedan “por lo menos 80 años de explotación petrolera”.

¿Quiénes son estos voceros? ¿Pertenecen todos a una sola corriente política o es variado su matiz? ¿Qué se opina en los círculos que se disputan el poder en Venezuela?

La visión desde afuera del Gobierno

Hace pocos días se realizó un Foro-Chat organizado por Unión por Venezuela, en el cual participó uno de los expertos petroleros más connotados del país, Rafael Quiróz, de tendencia opositora, quien expuso una magistral ponencia sobre el pasado y presente de la industria petrolera venezolana, sin embargo al encargarse de hablar de su futuro, de las perspectivas, salió a relucir ese sueño de revivir el cadáver del petro-Estado.

El profesor Quiroz fue enfático en su negativa a la privatización de la industria petrolera, pues considera a este recurso como fundamental en el juego de la política internacional y por lo tanto, para él debe ser el Estado quien tenga siempre la última palabra en lo referente a hidrocarburos; por supuesto no negó ni rechazó que el capital privado deba participar, pero siempre bajo la sombra del Estado. Luego de las rondas de preguntas, Quiroz fue enfático en rechazar la idea de que se deba sustituir el petróleo como fuente alterna de energía, argumentando que las fuentes llamadas renovables o alternativas no son fiables y no permiten un desarrollo económico adecuado, y que en su criterio al petróleo le quedan mínimo entre 80 y 100 años de existencia como principal fuente de energía.

Señaló además, a modo de arenga, que Venezuela jamás dejaría de ser un país petrolero y que el petróleo era la única fuente de recursos viables en el país, “no podemos sacar las divisas de sembrar zanahorias” señaló el profesor Quiroz. Algo resaltante de sus intervenciones, fue precisamente una alegoría que formuló sobre este petro-Estado como una manzana podrida que alimenta a los “gusanos” que la rodean, quienes en este caso seríamos los venezolanos; sosteniendo además que la crisis actual no es signo de la destrucción de ese Estado, sino una simple etapa de decadencia de la cual debemos recuperarlo, siguiendo en la dependencia del rentismo.

Por otro lado, José Toro Hardy, una de las máximas autoridades en materia económica y petrolera, alega también que es fundamental la necesidad de recuperar a PDVSA. En diversas entrevistas realizadas al experto, algunas recopiladas del programa Vladimir a La Carta y otros artículos de prensa publicados; alega que esta recuperación, al carecer el Estado del capital necesario para realizarla, debe estar en manos de inversionistas privados. A diferencia de Quiroz, Toro Hardy reconoce los límites de la expansión petrolera y alerta que a partir del 2040 según las proyecciones actuales, la producción petrolera irá cayendo en contraste con el aumento de otras fuentes de energía menos contaminantes.

También ha señalado, de forma interesante, la alternativa existente con la orimulsión como alternativa al carbón como agente energético, para utilizar la Faja Petrolífera del Orinoco de forma comercial y así sostener la industria petrolera, alegando los beneficios ambientales de la substitución de carbón por orimulsión como combustible de transición.

Toro Hardy en una entrevista al portal Frontera Viva detalló lo que cree necesario para recuperar a PDVSA a su estado de hace 20 años, en el cual señaló que se requiere una inversión de unos 30.000 millones de dólares anuales durante una década, en condiciones desfavorables ante la competencia que existe en otros países que quieren monetizar sus hidrocarburos con premura. Por ello asegura la necesidad de una apertura petrolera muy audaz, para aprovechar los 20 años que quedan de expansión petrolera mundial, según las estimaciones que maneja el experto.

Por su parte, el economista José Guerra, en un foro sobre economía sustentable del ILDIS, argumentó que no debemos confundir renta, rentismo e ingreso petrolero, alegando que Venezuela sólo ha sufrido de rentismo durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y los gobiernos de Hugo Chávez. Indicó que esta es una confusión que existe en los economistas venezolanos, por lo cual no se puede asegurar que vivamos un colapso del modelo rentista, sino sólo de los ingresos petroleros, los cuales deben recuperarse con las inversiones adecuadas.

La Visión desde el Gobierno

En el foro en el cual participó el profesor Quiroz, se tenía previsto también la intervención del miembro de la actual Asamblea Nacional Constituyente, David Paravisini, sin embargo por asuntos de cambio de formato, no participó. En vista de lo cual decidimos indagar en entrevistas previamente realizadas al experto para conocer mejor su postura referente al tema.

En Mundo Oriental pudimos encontrar que Paravisini ve al mundo petrolero como un frente de batalla internacional entre el colonialismo y la soberanía; en la cual la reordenación del rentismo es fundamental en el sostenimiento de la soberanía nacional. Como vocero de las políticas del gobierno en materia petrolera, alega en una entrevista realizada en VTV que la industria petrolera debe volver a ser competitiva y para eso buscan planes de asociación e inversión a través de empresas mixtas. En otra intervención recogida por VTV Paravisini alega que las políticas económicas de Nicolás Maduro apuntan a la “utilización de otras fuentes energéticas que no sean los hidrocarburos, líquidos o gaseosos”, sin embargo no las menciona; todo esto en un contexto dónde habla del aumento de la gasolina y la importación del combustible desde Irán. Sin embargo, en todas sus alocuciones se puede observar una clara orientación dirigida a defender una recuperación de la industria petrolera bajo los mismos signos rentísticos, sin tener claridad sobre cómo se realizará ello. Sus opiniones se perciben como parte de un discurso político partidista, alejado de propuestas de política económica, ambientales o energéticas reales y sustentadas.

Por otro lado, en La Iguana, Paravisini expande algunas ideas leídas en otras entrevistas, en las cuales se refiere a una restructuración de PDVSA, transformándose del modelo de la “Compañía Multinacional”, asegurando que la actual destrucción de PDVSA forma parte de un plan de defensa de la soberanía nacional en contra de las armas utilizadas en la llamada “guerra económica” contra el país. Asegura también que:

 “No hay posibilidades de una recuperación porque tendrían que haber transnacionales en ese proceso y ellas lo harían en un determinado sentido… La estructura que ha mantenido PDVSA responde a esa visión netamente extractiva, sin desarrollo aguas abajo. Cambiar a PDVSA para que haga otra cosa (con esa misma estructura) es una tarea inútil…”

Luego explica el modelo que se ha venido configurando como el ideal:

“Pudiera ser en la ruta que han venido impulsando los trabajadores, a través de los CPT (Consejos Productivos de los Trabajadores), que es crear unidades de producción que definan  sus relaciones con el dueño de la renta (el pueblo), con el uso del recurso natural, con los sistemas de transformación, con el capital y con la burocracia. Son cuatro actores que participan en la industria y cada uno tiene quien los defienda. No es suficiente la representación de la Asamblea Nacional en lo que respecta al propietario del recurso, sino que es necesario incorporar estructuras y organismos que estén presentes, vigilen y controlen que la renta producida vaya adonde debe ir. Los trabajadores deberían dirigir ese proceso; el capital debería tener garantías de que va a recibir ganancias; y la burocracia, que es necesaria porque el petróleo es un bien nacional, debe ser controlada porque se desborda sobre sí misma e impone una lógica sobre el resto de los más sectores”.

Al finalizar la entrevista, luego de tocar temas de actualidad razona que “Sin que se invierta ni un dólar más, la producción de petróleo puede subir entre 500 y 600 mil barriles diarios y no menos de 800 millones de pies cúbicos normales por día”.

El rentismo ¿un monstruo de dos cabezas?

Se podría observar claramente una diversidad discursiva, pareciese existir visiones contrapuestas del tema, pero que si leemos bien, lograremos identificar un discurso común entre voceros del gobierno y de la oposición en Venezuela, una orientación general; el petróleo debe seguir siendo el recurso fundamental y los ingresos petroleros son la única fuente concebible de ingresos para la nación y su motor económico. No existe el más mínimo atisbo de crítica o de reflexión sobre el derrotero de la Venezuela rentística, en la cual ellos como asesores han participado. Aunque suelen, en algunas ocasiones, como el propio Quiroz lo dijo, hablar de la existencia del mito de El Dorado y del enriquecimiento fácil, no se internaliza, se mantiene viva esta creencia, la fe en la siembra del petróleo para convertir a Venezuela en un país desarrollado y rico.

Al parecer entre los expertos no existe alternativa al petróleo, no existe alternativa al modelo de Estado construido basado en la renta; las alternativas a lo sumo, las fuertes divergencias, se concentran en los modelos de gestión y reparto de las rentas. Pérez Alfonso ha quedado olvidado, execrado de cualquier mención, más allá de su legado en la construcción de la OPEP, pero nada que ver con sus críticas y consideraciones sobre el rentismo, mucho menos en lo que respecta a su evolución de pensamiento que lo terminó llevando a plantear precisamente alternativas al petróleo como motor económico de Venezuela. Se niega toda posibilidad de construir una economía productiva, no extractivista, diversificada,  democrática y descentralizada. Pero también alarma que pocas voces se levantan cuestionando a estos expertos.

Tampoco existe reflexión hacia el rol de los expertos petroleros, así como el propio Quiroz ha denunciado en su ponencia que es inverosímil pensar en el fin del petróleo, en las décadas pasadas estos mismos expertos alentaron la construcción de las estructuras de dependencia a este solo recurso; o pensaron, engañados en la posibilidad de sembrar el petróleo. El petróleo se sembró, pero su cosecha no fructificó. Es ilógico seguir idealizando esta idea, pensar que ahora sí, que con otra gestión sí rendirá frutos, sin ver las terribles contradicciones que se generan en ese vano intento. Ese intento que fue bandera discursiva del chavismo en un principio, del retorno a la Gran Venezuela, de los planes de Siembra Petrolera, de los fondos de inversión; si bien en los últimos años la corrupción ha sido desmedida, no es un fenómeno exclusivo al chavismo, muy bien Pérez Alfonso lo advirtió como endémico del rentismo.

Sí podemos pensar Alternativas

Es necesario y fundamental que se levante nuevas voces, que se formen nuevos expertos, que se cuestionen nuestro trasiego histórico, que se vea de forma crítica nuestra industria petrolera y sean capaces de articular y difundir alternativas al extractivismo, sobre todo al petrolero, que es ineludible en todo debate sobre Venezuela y que parece no dejarnos avanzar a otro modelo de economía, de Estado y sociedad.

Es doloroso incluso escuchar como en boca de estos expertos se hace burla o se desmerita otro tipo de actividad económica, por no rendir las ganancias que da el petróleo, sin verificar que efectivamente ese fenómeno es precisamente el que hace daño, esa ganancia desmedida y sin mediar un trabajo realmente productivo, en el cual además se ignoran los costos producidos por su uso y extracción, que en definitiva pagan otros.

El principal argumento en contra de alguna alternativa al petróleo es que no hay otra fuente rápida de divisas para sostener el nivel de importación necesario para una vida de consumo adecuada. Precisamente desde allí debe partir la crítica, a ese estilo de vida forjado al calor del petróleo y la renta, ese consumo, que en primer lugar está desajustado a la capacidad productiva del país, sostenido solo por los petrodólares, al cual hay una negativa a renunciar; pero también hay que apuntar hacia la crítica si es necesario o si es sostenible ese consumo. Es hora incluso de ponerle la lupa a la idea del desarrollo, como se conoce comúnmente y del crecimiento, sobre todo en estos tiempos en los que son conceptos duramente cuestionados por sus límites a los cuales hemos llegado.

En primer lugar, debemos romper con la visión centralizadora y uniforme, lineal y monolítica de la economía y la organización del país. Se piensa siempre al país como una uniformidad, cuando debemos pensar la enorme diversidad que implica una nación como Venezuela, en la cual podríamos verificar diferencias enormes entre municipios y comunidades, desde las cuales podemos empezar a deliberar la forma en que las potencialidades económicas se desplieguen. Que cada localidad pueda tener su propio modelo de construcción, las cuales se integren en un circuito de complementariedades tanto a lo interno del país como con la comunidad internacional (entendida en sentido extenso). En este sentido hay que pensar en el futuro desde una perspectiva municipal, regional, nacional, continental y mundial; no solo desde lo nacional y lo mundial, como suele exigir la óptica de los hidrocarburos.

Permitir que la economía sea pensada desde lo local, en la interrelación de la comunidad con su territorio, con sus potencialidades, permitiría una relación más armónica con el ambiente, alejados de la visión depredadora.

Fundamentalmente hay que pensar primero en romper la dependencia excesiva que se tiene con la importación. No se niega la existencia de un mercado internacional, el cual siempre existirá, pero si esa marcada tendencia de Venezuela, desde tiempos coloniales, de no producir lo necesario para la subsistencia de sus habitantes, concentrados principalmente en la obtención de minerales preciosos y luego, en su defecto, la agro-exportación. La agricultura familiar es una base fundamental desde la cual podemos arrancar, orientada al consumo interno, pero también a la producción de un circuito de mercado nacional y regional, aprovechando los saberes y prácticas locales, siendo esta suplementaria con los ecosistemas de cada una de estas comunidades y sus particularidades culturales.

Con esa base fundamental se puede pensar en una economía que también aproveche la localidad o los circuitos regionales para la transformación de estos productos en bienes intermedios y finales, desarrollando una industria descentralizada, orientada a las necesidades locales, regionales, nacionales y también del mercado internacional; pero priorizando en las primeras categorías. Esto obviamente necesita una reforma profunda del Estado, que implique una democratización radical de sus estructuras y una descentralización substancial  y de fondo, que permita que las propias comunidades asuman el poder local sin demasiadas restricciones, para poder generar las dinámicas de reacomodo económico. Es fundamental igualmente abandonar la idea de las mega inversiones para combatir la pobreza o para estimular el desarrollo, que terminan siempre en despilfarro, corrupción y endeudamiento; siendo revertidas a programas locales-regionales destinados a la consolidación de la economía productiva local, al crecimiento de los conocimientos propios y su desarrollo.

Podría extenderme, sobre todo para ampliar el panorama y exponer los siguientes pasos, pero considero que sería necesario otro espacio. Advierto que esta visión es personal y particular, existiendo muchas voces y experiencias que, con gran diversidad, exponen alternativas a la visión actual de la economía y el país; ejemplo claro y concreto es el de CECOSESOLA en el estado Lara. La idea es dar un abre boca para exponer que otra Venezuela sí es posible, Que es una falsa premisa la inevitable dependencia del petróleo, que es necesario para la reconstrucción del país, que más que reconstrucción, debemos apuntar a la construcción de una Venezuela distinta, transformada de las ruinas de aquella, que si bien se añora por tener unas condiciones mejores  a las actuales, no era en efecto un paraíso. Es necesario señalar que la decadencia de esa petro-Venezuela se refleja en la decadencia de sus intelectuales-expertos, incapaces de observar y desarrollar panoramas distintos, incluso dentro del marco capitalista tradicional, se encuentran atrapados en la asfixiante necesidad de reproducir el sistema rentístico, el único que comprenden lamentablemente.

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