Por Francisco Javier Velasco
“El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza”.
Leonardo da Vinci
Cualquiera que sea el conjunto religioso en que se presenten, la función de las aguas es siempre la misma: la de (…) lavar los pecados, purificando y regenerando al mismo tiempo. (…) actualizar en un instante “aquel tiempo” en que tuvo lugar la creación. Son una repetición simbólica del nacimiento…”.
Mircea Eliade
La experiencia inmemorial de la naturaleza está marcada por los vínculos del ser humano con los elementos (tierra, aire, agua y fuego). Si como lo ha visto Gastón Bachelard, cada elemento activa imágenes igualmente ambivalentes, en donde se mezclan el reposo y la voluntad, interioridad y exterioridad, vida y muerte, el agua constituye un elemento aparte. Tierra y aire conforman medios naturales omnipresentes, en un ambiente casi subliminal, salvo variaciones extremas; el agua y el fuego (exceptuada la metáfora solar) son por el contrario elementos sensibles, localizados e intermitentes, susceptibles de encontrarse fácilmente en exceso o en defecto (inundación y sequía).
Los primeros nueve meses de nuestra existencia transcurren en una inmersión acuática, al interior del seno materno. Constituyendo el 60% de nuestro cuerpo, ocupando el 70% de la superficie del globo, el agua está muy desigualmente repartida y es consumida más o menos irregularmente dependiendo de los ambientes naturales y los niveles de manejo técnico. Fuente de toda vida en la Tierra, condición de toda supervivencia, el agua es objeto de cuidados particulares y preciosos (aunque, como lo testimonia la crisis ecológica contemporánea, es también objeto de desmanes) desde que los seres humanos configuraron agrupaciones sociales, de los campamentos nómadas a las megalópolis de la actualidad, siempre escapando, como con el fuego, a un control asegurado. Cayendo del cielo o durmiendo bajo tierra, en las napas freáticas, el agua sigue siendo ambivalente, fuente de vida y que también siembra la muerte de manera lenta o brutal, ella ha inspirado los más antiguas sistemas técnicos de irrigación agrícola, represas de regulación, acueductos, canales, etc., de Mesopotamia a Tenochtitlan, de Marib en Yemen a los andes suramericanos, de La Roma antigua a Cartago. Pero los vínculos humanos con el agua no se circunscriben al aprovechamiento instrumental del elemento, sino que trascienden a la psique, el inconsciente colectivo y las ideas y teorías cosmogónicas y científicas sobre el origen del mundo.
Ver También: Los imaginarios de las artes plásticas se zambullen en el agua.
La ciencia contemporánea ha dado pruebas de la presencia fundamental de los océanos primordiales hace miles de millones de años. A lo largo de las eras, los niveles del mar se han elevado y han descendido con las variaciones de temperatura, pero la superficie total de agua en la Tierra fue siempre asumida como constante. Hoy en día, crecen las evidencias de que, hace entre 3000 y 4000 millones de años, los océanos del planeta contenían cerca del doble de agua necesaria para sumergir a los continentes por encima del pico del Monte Everest. La inundación pudo haber estimulado el motor de las placas tectónicas y hacer más difícil el inicio de la vida en tierra (Astroaventura, 2021).
Las rocas del actual manto, el grueso estrato de roca que se halla debajo de la corteza, están concebidas para secuestrar todo un océano de agua o más en sus estructuras minerales. Pero tempranamente en la historia primigenia de la Tierra, el manto, calentado por la radioactividad, era cuatro veces más caliente. Trabajos recientes, utilizando presas hidráulicas, han demostrado que muchos minerales serían incapaces de retener tantas cantidades de hidrógeno y oxígeno a las temperaturas y presiones del manto. Esto sugiere que el agua pudo haber estado en algún otro lugar, el reservorio más probable es la superficie terrestre; hay suficiente evidencia geológica que sugiere la existencia de un planeta mayormente de agua en épocas muy remotas.
Dos minerales que son variantes a altas presiones del mineral volcánico conocido como olivino, wadyeslita y ringwoodita, y que han sido encontrados en lo profundo del manto, almacenan la mayor parte de su agua. Las rocas ricas en el contenido de esos minerales constituyen el 7% de la masa del planeta, y aunque solo 2% de su peso corresponde al agua hoy en día, un poco añade mucho. Investigaciones científicas han concluido que, en la medida en que el manto se fue enfriando y la Tierra fue envejeciendo, estos minerales se fueron haciendo más abundantes y por lo tanto más capaces de absorber agua. Estudios realizados por expertos en geoquímica han reforzado esta tesis señalando que en Australia y Groenlandia parte de las rocas más antiguas de la Tierra se formaron hace más de 3000 millones de años cuando el magma se enfrió bajo el agua (Voosen, 2021).

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La evidencia de océanos más vastos desafía los escenarios que intentan explicar el origen de la vida en la Tierra. Algunos bioquímicos sostienen que la vida surgió en respiraderos hidrotérmicos ricos en nutrientes que se encontraban en los océanos. Otros investigadores se inclinan por la tesis de lagunas poco profundas situadas en tierra que se habrían evaporado frecuentemente, creando baños concentrados de químicos que favorecieron la aparición de formas de vida. Hay una teoría más reciente en cuanto al lugar de origen de la vida, según la cual bolsones protegidos de agua que se encontraban en rocas oceánicas llegaron a emerger con montañas submarinas en las que pequeñas cavidades fueron el escenario inicial. En todo caso, el arcaico mundo del agua es un recordatorio de cuan condicional es la evolución de la Tierra. Nuestro planeta estuvo muy posiblemente seco y abrasado hasta que, poco tiempo después de su nacimiento, fue bombardeado por asteroides que contenían mucha agua.
Pero el vínculo de la vida, y por ende también de la vida humana, tiene también una conexión cósmica. A medida que diversas misiones espaciales han explorado el sistema solar y nuevos mundos en los últimos lustros, se ha encontrado agua en lugares insospechados y en poco tiempo, tal vez menos de una década, se esperan indicios de vida extraterrestre.
Observaciones astronómicas han identificado la huella del agua en nubes moleculares gigantes entre las estrellas, en formaciones discoidales de material que conforman sistemas planetarios muy jóvenes, así como en las atmósferas de planetas gigantes que orbitan alrededor de otros soles. Se sospecha con buenos fundamentos que en varios mundos ya conocidos existe agua líquida bajo sus superficies y una mayor cantidad la poseen en forma de vapor o de hielo. El agua se encuentra en cuerpos antiguos como los cometas y los asteroides, y también en planetas enanos como Ceres. Las llamadas cinco lunas heladas de Júpiter y Saturno muestran una sólida evidencia de océanos existentes bajo sus superficies. Naves exploradoras han encontrado indicios de agua en cráteres de zonas de sombra permanente de Mercurio y la Luna terrestre que tienen un registro de impactos de hielo a través del tiempo, al igual que pruebas claras de que Marte tuvo agua en su superficie en épocas distantes y tiene todavía agua en sus casquetes polares y, al menos, en un lago subterráneo en el que podría haber vida (Gil, 2020; Mediavilla, 2020; Placente, 2021; Rus, 2020).
En 2019 un grupo de científicos anunció que había encontrado agua en la atmósfera del exoplaneta gigante K2-18b ubicado en una zona considerada habitable en la que la temperatura es potencialmente concordante con la existencia de organismos vivos (Greshko, 2019).
De manera coincidente, por la vía de la intuición o de formas alternas de percepción y comprensión, cosmogonías ancestrales, remiten a orígenes y naturalezas acuáticas del mundo y de la vida (Academie de l’eau, 2020; García Martínez, 2014; Marcos Casquero, 2008). El agua como símbolo de eternidad, de vida prolongada ilimitadamente, es un asunto inherente a diversas cosmovisiones a lo largo y ancho de este mundo que habitamos.

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El lugar del agua en el origen de la vida es central en una simbología universal. Ocurre por ejemplo con Nuu en la cosmogonía del antiguo Egipto, con Nammu entre los sumerios. En el Génesis, la creación del mundo para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, las aguas eran lo único que existía antes de la creación divina del resto del mundo, y, por supuesto, de los seres vivos. En la tradición germánica, la vida nace del escurrimiento de las aguas primaverales sobre la superficie de las nieves eternas; vivificadas por el viento del sur, ellas se congregan para formar un cuerpo vivo, el del gigante Ymir, del cual descienden otros gigantes, los dioses y los seres humanos. Según los incas, el dios Con-Tiki-Viracocha emergió de las aguas del lago Titicaca acompañado de algunos seres humanos; luego, ordenó que el sol, la luna y las estrellas se elevaran, y creó más seres humanos. Los waraos del Delta del Orinoco usan el término hobahi “aquello que está rodeado de agua” para referirse a la Tierra que tiene un borde circular y cuya costra está partida por una red de cauces de agua.
En el Antiguo Testamento el agua tiene una gran relevancia en tanto que símbolo de espiritualidad y en el Evangelio es elemento de purificación inherente al bautismo. El zoroastrismo, antigua religión persa, establece que el “Dios del Mal” atacó al “Dios del Bien” convirtiendo el agua dulce en salada, y por esa razón prohíbe lavarse las manos, escupir u orinar en los ríos, para no eliminar la condición sagrada del agua. En variadas cosmogonías el agua es algo sagrado que cae del cielo, con cierta aleatoriedad. Así pues, en la India, país en el que el culto al agua tiene orígenes ligados a las condiciones de vida de la población, uno de los principales relatos mitológicos cuenta que el río Ganges provenía del cielo y que descendió sobre la Tierra para limpiarla y purificarla; para impedir que el río inundara por completo la Tierra el dios Shiva la hizo pasar por su cabeza y corriendo a través de su cabellera dividió el flujo en siete torrentes que se dirigieron hacia el mar.
El agua es a la vez medio y lugar de revelación que poetas y samanes conjuran para obtener profecías. Para los creyentes el agua es un regalo divino, y supone uno de los elementos constitutivos de la realidad cósmica. El agua puede ser un dios o una diosa; otras veces es una mera herramienta de esas deidades, pero su rol permanece inmutable: tiene el poder de transmutar el mundo, redimir, sacralizar y hacer renacer. Pregúntenle a Noé y a toda la cosmogonía que deriva de una única familia salvada de la furia de las aguas enviadas por Dios para castigar a la humanidad por sus pecados. Desde el Utnapishtim de la epopeya mesopotámica conocida como Gilgamesh, hasta el hindi Manu, pasando por la mitología griega y diversas cosmovisiones del continente americano, las aguas del diluvio representan tanto un mito como, muy posiblemente, la evocación de un acontecimiento histórico. Lo que no admite duda es su universalidad.
Elemento primario, magma indistinto que recubre la tierra en la génesis de los tiempos, las aguas originales prefiguran el infinito de posibilidades, donde todo ya existe previamente de manera virtual, informal, conceptual. Ellas cargan consigo, matriz fecunda, el germen creador, la levadura del destino, todas las promesas de un mundo potencial en ciernes, las premisas de un desarrollo, el nacimiento y el fin de todas las cosas, el orden y el caos, la vida y la muerte en perspectiva. El agua contiene de esta manera la memoria del mundo, es cera maleable, reservorio de millones de huellas, patrimonio genético que encubre los secretos de la humanidad y su ligamen con el cosmos.
Referencias bibliográficas
Academie de l’eau (2020) Eau, mythologies et cosmogonies http://academie-eau.org/fr/eau_mythlogies_et_cosmogonies-83.html
Astroaventura (2021) La Tierra estuvo cubierta por un océano global hasta las cimas del Himalaya https://astroaventura.net/mundo-curioso/la-tierra-estuvo-cubierta-por-un-oceano-global-hasta-las-cimas-del-hi malaya/
García Martínez, María Antonia (2014) El fuego y el agua en los ciclos cosmogónicos. Un estudio de mitología comparada, Universidad de Alcalá, España, 2014.
Gil, Victoria (2020) Agua en la Luna: la NASA confirma la existencia de agua en la superficie iluminada del satélite de la Tierra, BBC Mundo https://www.bbc.com/mundo/noticias-54697135
Greshko, Micahel (2019) Encuentran agua en un exoplaneta potencialmente habitable NATIONAL GEOGRAPHIC https://www.nationalgeographicla.com/espacio/agua-planeta-alienigena
Marcos Casquero, Manuel Antonio (2008) “Ecos de arcaicas cosmogonías acuáticas en el ocaso del mundo medieval” en Revista de Ciencias de las Religiones 2008, 13 91-118 https://revistas.ucm.es/index.php/ILUR/article/view/ILUR0808440091A
Mediavilla, Daniel (2020) El misterio del origen de los océanos terrestres EL PAIS https://elpais.com/ciencia/2020-08-27/el-misterio-del-origen-de-los-oceanos-terrestres.html
Placente, Pablo Javier (2021) Detectan agua en una galaxia ubicada a casi 13 mil millones de años luz de la Tierra TENDENCIAS https://tendencias21.levante-emv.com/detectan-agua-en-una-galaxia-ubicada-a-casi-13-mil-millones-de-anos-luz-de-la-tierra.html
Rus, Christian (2020) Los océanos más allá de la Tierra: grandes masas de agua de las que tenemos evidencia en el Sistema Solar, XATAKA https://www.nationalgeographicla.com/espacio/agua-planeta-alienigenahttps://www.nationalgeographicla.com/espacio/agua-planeta-alienigena
Voosen, Paul (2021) “Ancient Earth was a water world”, SCIENCE https://www.science.org/content/article/ancient-earth-was-water-world