Juan M. Planas
Observatorio de Ecología Política de Venezuela
Imagen de portada: Ana María Ramírez (@aramirezy)
Si examinamos con detenimiento el decurso de los acontecimientos recientes, encontraremos en ellos los signos de una nueva deriva hacia tiempos de crisis. En los prolegómenos de la aplicación de fuertes medidas de austeridad–publicitadas por el Gobierno bolivariano como un supuesto “Plan de recuperación económica”, el carácter cíclico de las tensiones sociales en Venezuela apunta al inicio de un nuevo período de revueltas, re-configurando al Estado y exigiendo del campo de las luchas populares una elección: o se rebela, o sucumbe a la sumisión.
Es por ello que el pasado mes de Julio fue escenario de resurgimiento de la protesta social: salarios, transporte, alimentación, salud y servicios protagonizaron las demandas ciudadanas frente al Estado. La noble gesta de las enfermeras; el conflicto salarial de trabajadores de empresas públicas como CORPOELEC y CANTV; la controvertida Marcha Campesina Admirable y más, se tratan de manifestaciones concretas de un franco retorno hacia una política esencialmente dirigida al rechazo de la hambruna, la inamovilidad y la precarización de la vida cotidiana en Venezuela. Pero entre estas inagotables exigencias, destacan dos que parecen incrementar con presura cada vez más acelerada: las luchas por el agua y por la luz.
Según el estudio ¿Qué siente el ciudadano de Caracas ante las fallas en el servicio de agua potable?, elaborado por la Fundación Tierra Viva y la Coalición Clima 21, divulgado hoy 6 de Agosto, tres de cada cuatro caraqueños no reciben el servicio de agua regularmente, mientras que el 98% de la población encuestada afirma estar sometida a medidas de racionamiento del agua. Entre las principales causas de esta escasez generalizada de agua en Caracas y en el resto del país, se encuentran las fallas en el suministro del servicio, que obedecen a una falta de mantenimiento estructural y a la ausencia de proyectos preventivos, paliativos y de resolución inmediata a esta grave emergencia sostenida en materia hídrica.
Pero es imperativo avanzar hacia una comprensión del problema del agua en Venezuela como uno de carácter integral. Las carencias de una oferta hídrica reducida a menudo se traducen en dificultades cotidianas en materia de alimentación, salud y e higiene personal. En un contexto ampliado “(…) incide sobre la cotidianidad y calidad de vida de la población al entorpecer la asistencia a los puestos de trabajo y estudio, el aseo personal y las labores de limpieza doméstica”, como lo afirma el informe referenciado [1]. Por otro lado, el estado deplorable del agua que es suministrada afecta además la salud gastrointestinal y bacteriana de quien la consume, generando complicaciones y empeorando la ya muy deteriorada situación de salud en elementos de la sociedad especialmente sensibles. De allí que, ante esta crítica situación, se han generado numerosas expresiones de descontento social en rechazo a la falta de soluciones en esta área. Entre ellas, protestas rechazando el Arco Minero del Orinoco y promoviendo el agua y el más reciente baldazo del sábado pasado.
Se suma a esta escasez del vital líquido las fallas en el suministro eléctrico en la zona central del país. Ya no son únicos a las periferias, al campo olvidado ni a la urbe zuliana los amargos frutos del colapso energético en Venezuela. Una década después de la proclama del difunto presidente Hugo Chávez de convertir a Venezuela en una “Potencia Energética Mundial”, el país sigue sufriendo de cortes, racionamiento e intermitencia del servicio eléctrico. Lejos de transitar hacia formas de energías renovables y sustentables, el Estado-Gobierno bolivariano apuesta por una arremetida en contra del ambiente y a favor del patrón extractivista, devastando la naturaleza y generando hoy los conflictos socioambientales del mañana.
La minería ecológica –oxímoron del más alto orden, pues la extracción minera no es ecológica ni sustentable– implica la destrucción violenta de los ciclos hídricos de los principales ríos del territorio venezolano; y por extensión, deprime los procesos energéticos del resto del país, entre los cuales la electricidad se lleva el mayor golpe. Empezando por la deforestación atroz de los bosques amazónicos contenidos en el ignominioso Arco Minero del Orinoco, la tala de árboles afecta sin reparo alguno a las cuencas hídricas vinculadas a este a este eje principalmente minero. Es también de conocimiento público que “(…) los afluentes que nutren los ríos Orinoco y Caroní, de los cuales depende la funcionalidad del eje fluvial Orinoco-Apure y el Sistema Hidroeléctrico del Caroní, que produce el 70% de la electricidad que se consume en el país.” [2].
Esta tragedia se resume en el apagón del día martes 31 de Julio, que afectó el 80% del servicio eléctrico en zonas de Caracas, Miranda y Vargas y reavivó las ansias por disfrutar de un servicio eléctrico de alta continuidad. Hasta la cúpula de gobierno fue víctima de la situación que ha generado. Cabe acotar que el colapso energético en Venezuela se encuentra en directa correlación con el vulgar desfalco impulsado por la burguesía ya-no-tan-emergente, en abierta complicidad con la nomenklatura revolucionaria. Sobran escandalosos casos de corrupción como la fallida instalación de plantas termoeléctricas por parte de la empresa Derwick Associates durante el año 2010, motivo por el cual se estima que la malversación de fondos del Sistema Eléctrico Nacional ronda los 35 mil millones de dólares.
No es de extrañar que, frente a la ausencia de políticas racionales de gestión de los recursos hídricos, contra una gestión desastrosa de la energía eléctrica en el país y una guerra declarada en contra de la naturaleza desde el Estado, las comunidades se organicen y luchen por sus derechos. El agua y la luz son elementos imprescindibles para la reproducción de la vida, por lo que la acción directa, la protesta social y la defensa de los comunes se convierten en estrategias de transformación cuando el Estado es quien nos quita la vida, se la entrega al capital y nos reembolsa con oro, explotación y muerte.
La fotografía de un compañero de lucha bien lo simboliza: Minería, corrupción, irresponsabilidad, ineficiencia, indolencia y la decadencia de un Estado fallido son todas las causas del estallido de la protesta social por el agua, por la luz y en contra de la opresión y la miseria en Venezuela. Ante el arribo de los tiempos decadentes sólo nos queda articular nuestras luchas, generar redes de solidaridad y exigir en plena autonomía un cese a la devastación.
Notas
[1] Fundación Tierra Viva y Coalición Clima21. Informe“¿Qué siente el ciudadano de Caracas ante las fallas en el servicio de agua potable?”
[2] Plataforma Contra el Arco Minero del Orinoco. Sin luz ni agua. El Arco Minero y las presidenciales.