Explorando el negacionismo climático, orígenes y consecuencias

enero 14, 2025

Hace poco, antes de finalizar el año, tuve una conversación con un antiguo vecino al que aprecio a través de un grupo de WhatsApp, este motivado a un chiste sobre el terraplanismo de dos presidentes que niegan la evidencia científica de diversas cosas, entre esas y bastante importante, el Cambio Climático (y otros temas ambientales bastante delicados). Esto suscitó una respuesta casi inmediata de esta persona y otro usuario del grupo, que salieron en defensa de estos líderes y a criticar la existencia de este fenómeno ambiental y su origen derivado de la actividad humana.

El negacionismo ha sido abordado por el equipo del OEP en varias ocasiones, especialmente hablando de voceros políticos de cierta relevancia, especialmente en la línea gubernamental, o por importantes medios de información por redes sociales. Sin embargo, nunca lo abordamos desde lo cercano, porque a veces, cuando se toca el tema del terraplanismo, los negacionismos a la ciencia u cualquier otra teoría de la conspiración, solemos verlo como un grupo de personas raras, locas o con algún trastorno, que se la pasan en internet. No lo vemos en la cotidianidad, en lo fácil que es para cualquier persona levantar muros de prejuicios o simplemente, en un espacio de la infinita ignorancia que nos caracteriza como seres humanos, nos aferramos a la incredulidad, o más que incredulidad, a un escenario del mundo que se nos sea más manejable y cómodo.

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Ya lo había dicho Alan Moore en su icónica frase, al referirse a que los teóricos de la conspiración prefieren creer que el mundo es controlado por un cónclave secreto que todas las semanas se reúne para tomar decisiones; a la incertidumbre y horrible verdad, de que el mundo escapa al control de los seres humanos; que estamos sometidos al azar y la naturaleza, lo que para muchos es desconcertante y aterrador. En nuestro caso concreto, parece ser, que enfrentarse a un problema de las dimensiones del Cambio Climático, el cual es de difícil resolución, que nos obliga a replantearnos la forma en que vivimos, nuestra civilización y nuestra cosmovisión; que además sus consecuencias son tan lentas y un proceso que supera la expectativa de vida de los individuos humanos; se escapa muchas veces a nuestra comprensión total. Incluso para quienes nos pasamos horas leyendo, investigando y buscando información sobre el tema, a veces es agotador.

Un problema que no te alarme de inmediato, sino que se hable de sus consecuencias a futuras generaciones, que es tomado por la clase política como algo fuera de su radar, ante los tiempos e intereses extremadamente cortoplacistas del típico político electorero; así como a los empresarios, que les importa nada las próximas generaciones, pues la vida para ellos únicamente es el presente y la cantidad de dinero que ganen depende de ello. Un problema así difícilmente moviliza y genera una gran sensibilidad. Lo que vemos ahora, principalmente en la juventud, son reacciones ante pequeñas consecuencias que ya se empiezan a sentir, cambios leves, pero que algunas personas notan ya y les preocupa para el futuro.

Pero también hay otros dos factores a tomar en cuenta, la desinformación campante que existe en la actualidad, que va de la mano también con un deterioro progresivo y alarmante de las democracias. Así como la debilidad de los sistemas educativos de masas, que han demostrado no ser herramientas educativas, sino formativas de mano de obra, con los conocimientos esenciales para trabajar, pero no para comprender el complejo mundo que hemos en el que vivimos, tanto la naturaleza como lo que hemos construido.

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El primero, la desinformación, especialmente agresiva hoy en día por redes sociales, está íntimamente relacionado con la erosión de las democracias a nivel mundial. Un aspecto fundamental de las democracias es la libre elección de funcionarios, mostrándose así la voluntad popular de escoger a quien dirija los destinos del Estado y administre la cosa pública; esa elección, se hace, en teoría, basados en los proyectos, ideas y programas de quien ha sido elegido. Eso quiere decir, que la persona que elige debe conocer bien lo que cada candidato realizará en sus funciones públicas, claro, es bastante común en este caso las promesas falsas, lo que redunda en erosión de la credibilidad de dicho político. Pero, también implica una información concienzuda del elector sobre el estado de la Nación, para entender cuál de las opciones es la más adecuada al momento de elegir. Este principio está vinculado a la rendición de cuentas de los funcionarios, que deben, durante y al final de su gestión, entregar cuentas de lo que hicieron, como recibieron la cosa pública y como la entregan; pudiendo ser revocados o por organismos de control o, en pocos casos, por la voluntad popular.

Por lo tanto, las democracias sanas son aquellas donde los ciudadanos están bien informados de las propuestas políticas y del estado general del país; hay acceso a la información pública. Algo bastante raro en Latinoamérica, por eso nuestros sistemas democráticos se ha prestado para grandes actos de corrupción y violaciones sistemáticas a los derechos ciudadanos y de las leyes. También implica educación amplia para la población, para que tenga la capacidad de entender los asuntos que se discuten y como atenderlos, así de tomar la decisión más conveniente a sus intereses y el interés general, si algo así existe. En los primeros pasos de las repúblicas del siglo XIX, el voto se restringió a las personas que sabían leer y escribir y a los propietarios; se decía porque esta combinación de factores generaba el interés y capacidad suficiente para atender los asuntos políticos, que el resto de la población, según ese criterio sesgado de las élites, nada tenían que perder y nada les interesaba.

Pronto se abandonó ese concepto y se abrazó la idea del voto popular, lo que implicaba educación pública, obligatoria y gratuita, que difundieron los liberales a finales de ese siglo. Había que construir los ciudadanos bien informados, y las élites económicas entonces pugnaron por manejar los medios de comunicación, especialmente en el siglo XX, con la radio y la televisión; así, al manejar y dirigir la información, se hacía lo mismo con la opinión pública y los resultados electorales. Pero también la influencia de la cultura norteamericana del espectáculo y el ingreso del marketing a la política, vaciaron de contenido las propuestas y discursos, que se centran más ahora en la imagen de los candidatos, en lo atractivo de la campaña de colores, música, y otras banalidades, que de los programas de gobierno. Ya no sé elige que le conviene a la gente y a los países, se elige quien es más chévere y popular. Eso, evidentemente, deteriora a la democracia.

Sin embargo, los problemas de la sociedad siempre hacen surgir los debates públicos y la lucha de programas políticos en las elecciones. Ahora, la tendencia es el populismo generalizado, de derechas y de izquierdas. No importa resolver y atender los problemas, importa es ofrecer soluciones, o negar la existencia misma de dichos problemas, desviarlos, construir nuevos; lo importante es mantenerse popular y carismático. Así llegamos al asunto de como esto se vincula con el negacionismo.

Abordar el cambio climático desde la postura electoral es un hueso bastante duro de roer, la mayoría de las consecuencias graves pasarán cuando los candidatos y políticos del momento hayan acabado sus carreras o estén físicamente muertos. Así que tomar medidas sobre ello, que distraiga esfuerzos en otros asuntos u otras políticas, que desvíe recursos, o haga encarecer al costo real los combustibles, suelen hacer impopulares a quienes asuman esos retos. Además, las campañas modernas, basadas en ese marketing “chévere” cuestan dinero, más de lo que cuesta difundir un programa de gobierno sin pendones y sin tanto material audiovisual; por lo cual hacen falta patrocinadores, y quienes se benefician de las actividades que provocan los problemas ambientales y serían los primeros en verse afectados por las medidas necesarias a tomar, son los primeros en ofrecer sus cuentas bancarias para ayudar a los políticos a ganar una elección, a cambio de no hacer nada.

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Pero, la presión ciudadana se hace más grande, mucho más grande, entonces, hay que contrarrestarla con una presión ciudadana que niegue la existencia de dicho problema. Esto ha resultado con éxito en la última década, construyendo grupos ideológicos tanto en las izquierdas como en las derechas que negaban el cambio climático. A pesar de ello, el problema sigue allí, se agrava, un elefante gigante en la habitación que ya es imposible eludir, obligando entonces a admitir su existencia, pero negando su origen; desviando la atención a otros problemas o simplemente creando otros, avivando prejuicios sociales como el racismo, machismo o la homofobia. De esta forma, las minorías vulnerables se vuelven blanco de discriminación, como parias; recordando como cuando a los judíos se les culpaba por la peste bubónica; y negando a los culpables de problemas verdaderos, complejos y que requieren atención inmediata.

Por esto los populismos discriminatorios, que erosionan instituciones y degradan los sistemas democráticos, llevándolos progresivamente a situaciones de enorme polarización social y conflicto, ganan terreno cada día. La pugna hoy en día es por defender las verdades, lo que se hace cada vez más difíciles a través de las redes sociales digitales, proclives a crear burbujas informativas y difundir cada vez más información falsa o descontextualizada. La democracia solamente podrá defenderse en la medida en que luchemos por la información veraz, verificada y confrontemos a los políticos populistas que juegan con medias verdades o niegan directamente la evidencia; pues no solo afecta nuestras libertades públicas, sino que nos hace vulnerables ante los problemas, especialmente ambientales, que no se atienden.

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El otro aspecto importante a tomar en cuenta es la debilidad de los sistemas educativos de masas, pues el modelo construido desincentiva la curiosidad y aprendizaje.  Pedagogos de renombre mundial como Paulo Freire, o incluso nacionales como Ángel Rosemblat han criticado a este sistema formativo, basado en la memorización y uniformidad de pensamiento, como causa importante de los problemas educativos. La curiosidad innata del ser humano es destruida, no se incentiva a la lectura, lo que desmejora la calidad educativa. Es ya un lugar común, de quien no he encontrado autoría, que leer nos ayuda a escribir, y escribiendo aprendemos a pensar; algo que es compartido por la pedagogía en general.

Por eso las críticas de distintos expertos en el área ante esta debilidad del sistema educativo, la cual se agrava con otro asunto, que la gente estudia sin estudiar realmente. La mayoría de las personas, si se pregunta, va a la universidad o aspira a ella, no para profundizar sus estudios, sino para tener un título que le dé salida laboral; un caso estudiado por psicólogos vocacionales. La mayoría de las personas no estudia lo que quiere, a veces nunca se entera, sino lo que le proporcione un buen trabajo a futuro, que le permita vivir dignamente. En principio no es una mala aspiración, el problema es que el estudio no debería ser para eso, sino para ampliar los conocimientos y comprender el mundo, para perfeccionar un oficio y comprender más su rol social y poder, además, innovar y perfeccionarlo. Por eso las universidades tienen centros de investigación y no solamente se dedican a la docencia.

El problema es que, al estudiar solo por obtener el título, viendo el problema endémico de las trampas en las evaluaciones, que no son más signo que el desinterés por aprender; las personas no adquieren los conocimientos necesarios para vivir en un mundo tan complejo. Entonces, como entender un problema como el Cambio Climático, si no dominamos el funcionamiento de la investigación científica; de allí que sea fácil “cuestionar” a la evidencia, sin presentar nosotros mismas hipótesis alternativas con una metodología capaz de generar un conocimiento cierto y verificable. Al contrario, nos abruma, y entonces lo fácil es desentenderse o negar esos problemas. Además. La hiper-especificación de la educación, tampoco nos ayuda a comprender muchas cosas lejos del área de nuestro oficio particular; entonces vemos personas de humanidades sin comprender temas de química básica o de geología, necesarios para comprender la situación climática global.

Es un problema complejo y preocupante, pues está afectando a un enorme grupo de la sociedad global, no distingue edades, creencias religiosas, nivel académico o etnia; en todos los países se ve, en algunos, con mayor intensidad que en otro. Se entremezcla con la desesperanza, decepción y hastío hacia la situación política y económica que cada país vive; por lo cual tiene distintas formas de expresarse, pero que en fondo tienen el mismo formato y estructura. Por eso es importante siempre defender la verdad, la verificación de datos y de la información, enseñar que la evidencia y la ciencia no se refutan con opiniones o dudas sueltas, sino construyendo hipótesis y demostrándolas. La educación nunca termina, siempre debemos estar en proceso formativo, la vida misma es un proceso formativo, pero las exigencias del mundo moderno nos obliga a ir más allá, con un método y una coherencia firmes, de lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en parte de la masa, que, abrumada ante lo difícil que es la vida, se opone voluntariamente a su conservación. 

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