La externalización de costos es un tema poco debatido y que muchos economistas pasan por alto a la hora de hablar cuando se tocan los temas ambientales, es también una herramienta ignorada por los grupos negacionistas a la hora de tratar el tema de las medidas para mitigar y frenar el Cambio Climático. En esta oportunidad abordaremos una fugaz visión sobre este fenómeno y como podríamos abordarlo mejor.
Entre los principales argumentos utilizados por los negacionistas o los actuales “delayers” que podría traducirse como retardadores, retardatarios; entre quienes se encuentran los que defienden seguir quemando combustibles fósiles, alegando que sería un desastre económico un cambio de matriz energética. Aún incluso se sigue diciendo que otras fuentes de energía son mucho más costosas, pero esos discursos encubren una de las mayores manipulaciones de la economía global; la externalización de los costos ambientales.
En ningún ramo de la economía las empresas, productoras, comercializadoras, tampoco el consumidor, se hace cargo de los costos ambientales de los productos; quedando estos a cargo de los terceros, que se los asumen al verse afectados de forma grave, tras la acumulación de las consecuencias de esta producción, comercialización o consumo; sin recibir ninguna compensación por ello.
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La gasolina es un combustible realmente barato, sin contar los subsidios que en países productores se suelen dar a los habitantes. Sin embargo, en esos costos, ni las empresas extractoras de petróleo, ni las refinadoras, ni las distribuidoras de combustibles, ni los consumidores; asumen tanto los costos de derrames ni los de las consecuencias de las emisiones. Claro, es difícil también calcularlos; cuanto debe pagar cada empresa, cada consumidor por las afecciones cardio-respiratorias por la contaminación con esmog en las ciudades; cuanto se le debe pagar a Kiribati o Palau, o cualquier otra nación que tenga que lidiar con enormes gastos para mitigar el ascenso del nivel del mar; o quien paga por los desastres naturales cada vez más violentos a causa del cambio climático.
Existen los fondos climáticos, que son insuficientes, provienen generalmente de inversiones públicas, o de campañas de greenwashing, donde las empresas aportan menos dinero del que deberían o del que pudieran gastar si cumplieran realmente las condiciones ambientales necesarias. Sin que esto signifique que esos fondos provengan del uso de plásticos, el consumo de combustibles fósiles o el consumo de cualquier otro bien de consumo en el cual su proceso de producción genere un impacto socio-ambiental que requiera inversión monetaria para atender sus consecuencias.
Y si las enfermedades respiratorias, de la piel, oculares, entre otras; vinculadas con el aire contaminado por emanaciones industriales y de combustibles fósiles; no tuviesen que ser costeadas por los enfermos, víctimas de dichas emanaciones; sino de los industriales y consumidores de combustibles fósiles. Esto plantea varios retos, empezando en como distribuir las responsabilidades; como distribuir el dinero; pero además, exige una alianza internacional para el cobro de un impuesto a nivel internacional que sea el encargado de costear todos estos gastos sanitarios alrededor del mundo. ¿Por qué no hacerlo? Si los enfermos no son culpables de su condición, pero sí quienes generan las emisiones que contaminan y provocan sus enfermedades.
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Así podría hacerse con cualquier efecto y consecuencia de los productos contaminantes. Lo que exige un nivel de institucionalidad y gobernanza global que aún no hemos alcanzado y que difícilmente en los últimos 5 años, especialmente con el ascenso de populistas conservadores y negacionistas climáticos, que además tienen posturas nacionalistas y aislacionistas, como Donald Trump, que ha empezado en su primera semana a desentenderse de instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, es un horizonte que debemos empezar a plantear y discutir, no creo que esta sea la primera vez que algo semejante se propone; pero sí debemos darle más fuerza a ese debate para obligar a la clase política a moverse en esa dirección.