Establecer paralelos entre la realidad del mundo actual y aquella descrita en el film de Adam McKay No mires arriba (2021), cuyo título original en inglés es Don’t look up, resulta inevitable. Por esa razón hablamos de una metáfora en el título de esta nota, metáfora que de manera intencional alude al comportamiento que predomina (particularmente en la esfera de los poderes hegemónicos estatales, mediáticos y empresariales, aunque de ninguna manera limitada a ella) frente a las cada vez más recurrentes catástrofes mundiales y, más específicamente, al creciente caos que afecta al sistema climático global. Se trata de una película muy especial, un film fuera de serie, no por causa de su “precisión científica” ni de sus efectos especiales, sino por el realismo social de la historia del fin del mundo que cuenta.
Sin revelar/spoiler nada más allá de lo que dejan entender los trailers y anuncios, digamos que la historia en cuestión comienza con el telescopio obsoleto con el que dos astrónomos poco conocidos descubren que un cometa del tipo “destructor total” está en curso de colisión con la Tierra en un horizonte temporal de pocos meses. Después de haber calculado y verificado su trayectoria, sólo les queda alertar a las autoridades. No obstante, y pese a que como sabemos en Estados Unidos existe el Departamento de Defensa Planetaria (Planetary Defense Department) de la NASA, hacer entender a las autoridades la amplitud del problema resulta un ejercicio fútil frente a la inutilidad de los personajes. Y cuando lo tratan de hacer con los medios se topan con una ineptitud mayor, con la dura barrera de los medios sociales, los fake news y los complots, todo lo cual sirve para no aceptar que nuestro planeta se confronta con la peor noticia de la historia. El cúmulo de datos y cálculos al que apelan los astrónomos para advertir acerca de la catástrofe en ciernes, se muestra incapaz de atravesar una espesa y enrevesada trama de burocracia e intereses politiqueros y mercantiles. Los propósitos de lucro del establishment económico hacen que la situación se complique aún más. El cometa contiene una gran cantidad de minerales raros muy apreciados por el multimillonario Peter Isherwell (interpretado por Mark Rylance), personaje que es una mezcla de Tim Cook, Mark Zuckerberg, Elon Musk y Bill Gates, quien se propone extraerlos para aumentar la productividad de sus teléfonos inteligentes. Isherwell cuenta con el apoyo de la presidenta de los Estados Unidos, una especie de híbrido entre Donald Trump y Sarah Palin (interpretada por Meryl Streep), quien apela a cálculos electorales y al interés en engrosar su cuenta bancaria, quedando en un segundo plano el riesgo de destrucción del planeta.
La distribución casi coral del film está colmada de grandes actores y actrices que, además de los anteriormente mencionados, incluye a Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence (en el papel del dúo de astrónomos), así como a Cate Blanchett, Jonah Hill, Ariana Grande, Ron Perlman, Thimothée Chalamet y varias otras luminarias.
Una de las características más resaltantes de No mires arriba es el hecho de que esta película está estructurada en varios estratos o niveles. Para simplificar identificamos dos: el sentido literal y el sentido simbólico. En el primer caso, como ya lo hemos expresado más arriba, se trata de la historia del descubrimiento de un cometa y el esfuerzo infructuoso de dos astrónomos que buscan convencer a los factores de poder, y a la población en general, del peligro real de aniquilación planetaria que tal objeto cósmico representa. En el plano simbólico el film habla de la dificultad que tiene la ciencia para establecer un mundo en el que reinan las teorías de complots improbables, las noticias falsas y la superficialidad. La política, el poder mediático y el interés económico son más importantes que la supervivencia de los humanos y el resto de los seres vivos. En este sentido resulta emblemática la frase de la Dra. Mindy, astrónoma descubridora del cometa “¿Cuánto valen los billones de dólares si todos nos morimos?”. No mires arriba es una creación cinematográfica sobre la manipulación de la información, la banalidad, la ilusión de un control absoluto sobre la Naturaleza (que incluye fenómenos incontrolables), la presunción de conocer algo más allá de lo que lo conocen quienes lo han estudiado durante décadas. Es también una crítica aguda de una clase política culpable, incompetente e inadecuada, servil ante una casta económica despiadada, que no duda en poner en peligro la vida de los ciudadanos en virtud de una simple ventaja crematística de la que que solo un círculo muy reducido de personas se beneficia. Por último, el film que comentamos es además una crítica acerba del cinismo de un sistema de información cada vez más inclinado a enmascarar la verdad bajo la cubierta de un divertimento ligero e irreflexivo, una manera de minimizar la gravedad de ciertas informaciones. La facilidad flagrante de lo intrascendente y el orgullo de su propia ignorancia constituyen la guinda de la torta de una obra que es comedia, sátira y crítica refinada.
No es posible ver esta película sin experimentar un cierto nerviosismo y algo de ansiedad ante los bandazos que confrontan los científicos (circunstancia para la que, dicho sea de paso, nos están muy bien preparados). Eso nos hace pasar del temor a la risa de escena en escena, pero hay un residuo preocupante de verosimilitud en todo lo que se dice. De hecho, la colisión con el cometa podría ser cambiada por cualquier otra catástrofe, llámese urgencia climática (como ya lo hemos detectado) o pandemia mundial…y el resultado (frase por frase, diálogo por diálogo) seguiría siendo el mismo: lo que ocurre en el mundo en el que vivimos, donde un extraño instinto de no-supervivencia lleva a muchos a negar la realidad y quedarse con aquello que los reconforta.
Estamos hablando de un film con una hilaridad fulgurante, una obra monumental y sublime, increíblemente rica y profunda desde el punto de vista narrativo, cargada de un cinismo extremo, dramática, fiera, que llega a replantear la actualidad en clave simbólica, mostrándonos su lado más triste con la ayuda de un humor negro cautivante e incisivo. Excepción hecha de unos pocos chistes ya gastados, un ritmo un poco irregular y una duración algo excesiva, el todo de esta película merece una prolongada salva de aplausos.