La situación de la agricultura en el país no podría estar en peor momento. Además de los problemas generados por la crisis económica y social de la última década, se ve golpeada por la crisis climática y ambiental que padece todo el planeta. El principal problema, no existe un plan de contingencia, correctivos y las alternativas parecen quedar en segundo plano. Las falsas soluciones, o aquellas que ofrecen resultados rápidos a corto plazo, pero agravamiento de las crisis en el mediano y lejano plazo, suelen ser más atractivas por su efectismo, dejando de un lado la resolución real de los problemas.
Un Modelo Insostenible
El modelo agrícola predominante es una mezcla de diversos elementos paradigmáticos, algunos que han sobrevivido desde el pasado colonial, otros que han surgido en años recientes (en términos históricos). La concentración de tierras en pocas manos, pese a los intentos de reforma agraria; la concentración de esa propiedad en manos de grandes capitales, el monocultivo, así como el uso de agroquímicos para sostener ese modelo monoproductor. Además, la producción agrícola venezolana se orientó a la exportación, cubriendo raras veces las necesidades de consumo del país; situación que nunca pudo ser subsanada. Los ingresos petroleros siempre fueron suficientes para mantener subsidios a la producción nacional e importar lo que hacía falta.
Este problema estallaría a partir de la crisis económica de los años ochenta, pero se agudizaría con fuerza en la última y reciente crisis, con el colapso del rentismo petrolero. Esto, aparejado con una política poco clara en materia agrícola, más orientada a la captación de votos que a atender los problemas concreta y efectivamente. De allí que a partir de 2013 cuando empiezan a escasear los fondos estatales para ayudar a la producción interna, faltan las divisas para importar los insumos químicos que se utilizan para la producción, así como los alimentos que se necesitaban para suplir la brecha del consumo.
En la actualidad vemos como la producción agrícola ha mermado en extremo, con tierras abandonadas o en desuso. La falta de químicos, que se hacen más necesarios conforme más se utilizan, ha dejado hectáreas improductivas. Enfermedades y la degradación del suelo, producto del uso de estos químicos, plagan ahora el campo venezolano, mientras campesinos y agricultores procuran reactivar la producción, sin combustibles y teniendo que sortear infinitas trabas burocráticas y alcabalas, a las que se les suma la escasez de combustibles. Aunado a esto, el mercado agrícola se ve inundado con rubros extranjeros de contrabando, que compiten de forma desigual con la producción nacional, llevando a la ruina a los que persisten trabajando la tierra.
A pesar de un pequeño despegue en la producción en años recientes, la situación es precaria y problemática. Toda crisis, sin embargo, comporta oportunidades para cambios y transformaciones, las cuales parecen postergadas en la actualidad. La necesidad inmediata para sostener sus familias, aunadas a décadas de mantener un modelo que se vende como “único”, priva a la mayoría de los productores a replantearse la forma en que trabajan la tierra.
Además, un factor no contemplado por las autoridades y muchos productores, el Cambio Climático, que ya empieza a hacerse sentir como un gran problema global. En nuestro caso, podemos ver como las estaciones climáticas han cambiado, las lluvias llegan más tarde y se van pronto, cambiando los ciclos de cultivos, haciéndose además poco predecibles y que complican la planificación de siembra para los agricultores. Pero la intensidad de las lluvias también complica la situación, cada año vemos que las inundaciones y desastres aumentan progresivamente, provocando pérdidas cuantiosas en la producción, que es destruida por las anegaciones de los campos.
Ver también: Después de la lluvia: Impacto económico de las inundaciones en Venezuela
Las Falsas Soluciones
Existen, sin embargo, iniciativas alternativas de agricultura regenerativa, agroecología y permacultura; bastante aisladas y exiguas. No se ha constituido una visión alternativa generalizada, que conteste a la continuidad del modelo en crisis, que seguirá así, pues depende de muchos factores inestables y que en sí mismo es insostenible a largo plazo. Pero son necesarias para poder contrarrestar los efectos del Cambio Climático, evitar contribuir a su incremento, así como reducir el impacto y la contaminación.
Lamentablemente, desde el Estado vemos una reorientación de la agricultura a una visión extractiva y exportadora; basada en el modelo argentino-brasilero, lo que se ha llamado la sojización de la agricultura venezolana. No son planes que estén dedicados a la producción de alimentos para el país, pese a que los rimbombantes discursos lo repitan continuamente, sino que se producirá para exportar y generar divisas. Un sistema basado en el gran capital, en las grandes posesiones de tierras, en el trabajo asalariado o el arrendamiento y tercerización de la producción. El aumento en el uso de químicos, cada vez más costosos y ahora escasos en el contexto geopolítico actual. Aunado al uso de organismos genéticamente modificados, conocidos como transgénicos. Modelo, además, que contribuye a la degradación de suelos, extermino de la biodiversidad, contaminación de las aguas contribuye con la aceleración del Cambio Climático.
Es por eso, que se hace cada vez más imperante, una transformación del modelo y la orientación de la producción agrícola. Que pase más allá de los discursos y declaraciones. Hay que fortalecer y publicitar las distintas alternativas, por muy escasas que pudieran parecer en la actualidad. Se deben fortalecer asimismo, las iniciativas comercializadoras basadas en la cooperación, como las promovidas por CECOSESOLA en el estado Lara, que ha permitido la creación de una red de productores que obtienen los mejores rendimientos de su actividad. Otra agricultura es posible, más humana y que permita la convivencia con el resto de seres vivos y mantenga el equilibrio natural. Una agricultura sostenible, regenerativa, que no demande cada vez más insumos conforme degrada el suelo.
Erick, soy Germán Suárez economista cubano, jubilado, vivo en Costa Rica con un hijo; soy de origen campesino y trabajé quince años en el Ministerio de la Agricultura. Después de jubilado me dedico mi tiempo a hacer proyectos de desarrollo agropecuario, cuyo eje central es lograr la alimentación con los medios propios del productor: pastos y forrajes, granos, viandas, mieles, desechos agrícolas, de carne y de pescado. Buscando producción eficiente con el uso de la ciencia y la técnica: tierras de calidad aceptable, riego, electricidad, biodigestores, uso del ariete para el riego, uso de los biofertilizantes y biopesticidas, el cultivo intercalado, los bioestimulantes, etc.
Ya he hecho trabajos para donarlos a Colombia, a México y ahora estoy haciendo uno para donarlo a Venezuela.
He encontrado realista tu trabajo, creo que es un aporte sincero, y necesario. Quiero tu consentimiento para incluirlo. Además, ajustado a lo moral, la objetividad, dime si de acuerdo a mi mprop´çosito de ayudar a Venezuela a encaminar su necesario futuro y garantizar la SEGURIDAD ALIMENTARIA, me recomiendas que lo incluya. Mi reconocimiento mis saludos.