Hace ya trece años nuestros ojos descubrieron, con el agregado de los lentes 3D, Avatar y el universo extraterrestre de Pandora. El impacto ejercido por la revolución tecnológica de James Cameron sobre los imaginarios colectivos y la industria del cine sigue todavía vivo. En 2009, la visión que llevó a Cameron diez años después a realizar esta obra, a la espera de que la tecnología se hiciese más sofisticada, trajo consigo una serie de películas en 3D que buscaron igualar el éxito de Avatar 1.
Con una trama que se desarrolla una década después de los eventos del primer film, “Avatar: La Vía del Agua”, comienza a narrar la historia de la familia Sully (Jake, Neytiri, y sus hijos), el serio problema que los afecta, las distancias que tienen que recorrer para garantizar la seguridad de cada uno, las batallas que llevan a cabo para mantenerse vivos, y la tragedia que persiste.
Avatar 2 amplía y diversifica la esfera mitológica de Pandora. Con el film descubrimos y recorremos con los protagonistas otros ámbitos de ese cuerpo celeste que se hace más extenso y recóndito. Lo asumido inicialmente como singular y novedoso, inspirado en gran medida en pueblos amazónicos, se hace habitual y avanzamos más allá en busca de una realidad social y natural más exótica y exuberante. Así, en la cinta nos topamos con el pueblo Na’vi y sus clanes del agua. Aunque los Na’vi forman parte de la misma especie, constituyen grupos distintos con variaciones fenotípicas marcadas tales como distintos colores de piel, fisionomías más adecuadas a la vida acuática (como por ejemplo colas tipo aletas), y una cultura acuática y subacuática que toma como referencia a rasgos civilizatorios de la Polinesia en Oceanía.
Cameron erige con soltura esta obra fílmica a partir de los cimientos de la primera cinta. Tal y como ocurre en la Tierra, en los mares de la exoluna existen comarcas deslumbrantes, escasamente exploradas, con una biodiversidad asombrosa. En la Vía del Agua se retoman vistas de la vida en Pandora. Vemos de esta manera, entre otras cosas, la conexión a Eywa (suerte de mente de panal), la ferocidad de algunos seres y la bioluminiscencia.
En la visión del propio director, el éxito de una secuela es que pueda sorprender sin resultar antipática, Que se eslabone con aquello que fue ameno y de calidad en el film antecedente, que conduzca a lo insospechado. ¿Qué se logró en este sentido con “Avatar 2: La Vía del Agua”? A continuación, trataremos de responder a esta interrogante desde nuestra visión particular.
Comencemos por citar las palabras pronunciadas por Jake Sully al inicio de la película “El peligro más grande de Pandora es enamorarse perdidamente de ella”. Nos resulta difícil sustraernos a ese riesgo después de haber visto el primero y el segundo film. En lo que refiere a lo visual esta película es extraordinaria. Con imágenes maravillosamente elaboradas y efectos especiales espectaculares, vale la pena verla sólo porque nos hace sentir que nos encontramos de verdad en un mundo alienígena. En particular, las escenas acuáticas lucen magníficas y la última hora de la cinta hace evidente un excepcional vigor técnico. Avatar 2 se ofrece a nosotros con una legibilidad nueva, nos sumerge en el corazón de una experiencia extra-sensorial que sostiene al paso una 3D ejemplar. No obstante, y a pesar de que identificamos algunas fallas y vacíos que comentaremos más adelante, sería muy reductor ver solo una bien lograda sofisticación técnica alcanzada con la alta frecuencia de imagen (HFR). Si el primer Avatar abordaba su discurso ecológico con pedagogía y esperanza (lo que puede explicar no pocas burlas que en su momento se dirigieron a ella), “La Vía del Agua” ya no hace gala de ese lujo. La huida hacia delante de Jake Sully está concebida en sintonía con la urgencia política captada por Cameron, y que experimentamos tanto en el ritmo sostenido del metraje como en la desesperación muy contemporánea que él pone en escena. En esta ocasión los humanos no están de retorno buscando un mineral raro sino porque la Tierra está condenada. Durante demasiado tiempo los ojos de vastas porciones de la humanidad han permanecido cerrados ante el plazo en curso de nuestra autodestrucción. Colmando las insuficiencias de 24 imágenes por segundo, la HFR nos hace comprender que esta apatía ya no puede sostenerse, que no podemos rehusar a ver la catástrofe ecológica que está a nuestras puertas. El mensaje de amor y cuido por la familia, enfrentando convulsiones y amenazas, tiene resonancia en las circunstancias que han marcado la resistencia de los pueblos indígenas.
Si bien el film proporciona una experiencia visual inmersiva asombrosa, desde el punto de vista narrativo es más convencional. Diríamos no obstante que es menos predecible que la historia del primer Avatar. Tal vez podríamos criticar a Cameron por tomar demasiadas cosas de sí mismo (introduciendo personajes infantiles que nos hacen pensar en “Alien” o “Terminator 2”, mientras que partes de las escenas de acción de Avatar 2 pueden lucir un poco familiares a cualquiera que haya visto “Titanic” o incluso “Terminator” (1984). En Avatar 2 varios personajes aparecen desdibujados. En algunos diálogos se roza el kistch. Observamos también al principio unas pocas escenificaciones torpes. Agregamos a esto una ausencia de clímax, obviamente debido a la intención de producir otras secuelas. Por último, señalaremos que, a nuestro parecer, las escenas de violencia se extienden demasiado.
Ciertamente, “Avatar 2: La Vía del Agua” no es una obra maestra pero es una muy buena película, una respetable legataria de trabajos anteriores de su director.