La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) ha concluido con la amarga sensación de ser un mero «saludo a la bandera» en lugar del foro de acción climática urgente que el planeta necesita. En un contexto donde la crisis climática exige medidas inmediatas y contundentes, estas reuniones se han consolidado como una puesta en escena de buenas intenciones que naufragan ante la presión de sectores económicos.
El triunfo de los lobbies fósiles
La tónica de esta edición no fue la excepción: los lobbies petroleros se salieron con la suya. Es lamentable, que el documento final de la COP30 ni siquiera mencione o apunte claramente a los combustibles fósiles. ¿Cómo se pretende liderar una transición energética efectiva si se evita el tema central de los principales causantes del cambio climático?
Esta omisión es una a las futuras generaciones y a la comunidad científica que viene advirtiendo la emergencia climática desde hace décadas. Se vende la ilusión de progreso mientras se garantiza la continuidad de un modelo energético totalmente insostenible.
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Incoherencia en casa: la señal del anfitrión
Las profundas incoherencias de la acción climática ya se manifestaban desde el país anfitrión. La decisión de Brasil de autorizar la explotación de petróleo en las cuencas del Amazonas es un ejemplo de cómo las promesas internacionales se disuelven ante los intereses económicos nacionales. Esto no es solo una señal de inacción; es una señal de retroceso que socava la credibilidad de toda la cumbre.
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Los más vulnerables no pueden esperar
Mientras los delegados se reunían en espacios acordonados, la realidad irrumpía con un simbolismo potente: la interrupción de los pueblos indígenas en las reuniones. Ellos, los principales afectados por las consecuencias inmediatas de la crisis climática, ya no pueden seguir esperando los resultados de reuniones que no llegan a nada.
La COP3O es la prueba de que el ritmo de la diplomacia climática es lentísimo, una inercia mortal que contrasta con la velocidad y la ferocidad de la emergencia planetaria. Si la próxima Conferencia no es capaz de enfrentar de manera contundente y sin ambigüedades el tema de los combustibles fósiles, no será más que otra costosa farsa al servicio del statu quo.