Agua y cine: un oscilante caleidoscopio de signos

diciembre 12, 2023
Por: Francisco Javier Velasco
“El verdadero ojo de la Tierra es el agua”– Gaston Bachelard, El agua y los Sueños. 1978

Del agua lustral de la purificación a las aguas negras de la muerte, el agua es polimorfa y polivalente, está cargada de toda una simbología colectiva e individual. Por su naturaleza movediza y cambiante, con frecuencia imprevisible, ella aparece también como imagen del tiempo, imposible de aprehender en su totalidad. En tensión entre un río arriba memorial y un río abajo enigmático, el agua fluye de manera irregular como la vida. ¿Cómo asombrarse entonces del hecho de que el agua pueda participar en la construcción y deconstrucción de una trama narrativa, de un guión cinematográfico? A fin de cuentas, ¿Hacer una película no es en cierto modo “echarse al agua”, decidirse a crear?

Sorbo saludable para el cowboy perdido en el desierto, inundación incontrolable que recubre la tierra, terreno de juego de la inocencia y el goce, recurso vital contaminado que un personaje heroico vendrá a depurar…en el cine, el agua encarna diferentes roles que reflejan imaginarios con los que cohabitamos sin saberlo pero que nos influencian, es núcleo de metáforas y metamorfosis. No se trata aquí del agua como soporte sino como sujeto de trabajo o de creación, y de manera más particular del agua cuando es puesta en escena. En efecto, no pocos cineastas han optado por utilizar en sus películas, de forma más o menos manifiesta, referencias acuáticas positivas o negativas dependiendo de la función y la significación que ellos desean otorgarle.

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El cine ha reconocido que el agua puede proveer materia y significado visual a los deseos, sueños y secretos humanos, provocando suspenso y miedo. Las imágenes y los sonidos circulan en la pantalla como inagotables flujos de agua. El agua convierte a la pantalla en un umbral interconectado y cambiante entre pasado y presente, consciente e inconsciente, vigilia y sueño, vida y muerte. Hay muchos modos acuáticos de expresión y percepción en un film. La aparición del agua en la pantalla ofrece diversas posibilidades y significados inherentes. Desde tiempos inmemoriales el agua ha representado la substancia que genera la vida en la Tierra, de allí su importancia a la hora de crear un film.

En el cine, como en la literatura, el agua es un símbolo contextual que puede simbolizar muchas cosas de acuerdo a la manera que es utilizada en una trama. La versatilidad del agua en lo que refiere a sus posibilidades de tener múltiples significados es extraordinaria e interesante para ser explorada en la cinematografía. Con frecuencia el agua representa la limpieza, el alivio, la vida y la libertad en los films, pero a veces también la tristeza, el terror y la desesperación.

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A menudo el tipo de agua que vemos en la pantalla es tan importante como el hecho de que el agua sea utilizada como símbolo. Cuando no son meras imágenes de fondo, los cursos de agua pueden representar el flujo de la vida o de la fertilidad, en constante movimiento siguen caminos distintos. En revancha los océanos, dada su extensión, representan a veces obstáculos, abismos de los que emergen cosas, vastos territorios que ciertos personajes deben atravesar para llegar a sus destinos o profundidades insondables y misteriosas. Otros cuerpos de agua pueden aparecer como lugares de romance y ensoñación o como representaciones de sitios en los que los personajes toman grandes decisiones o se sumergen en importantes introspecciones. A veces el agua deviene inevitablemente en emblema de personajes que aparecen en escenarios de vida difícil. Es también imagen de poder y tiene la capacidad de liberar y reivindicar a los personajes.

Tomemos ahora un vaso de agua fresca e iniciemos una breve revisión de estos y otros escenarios con ejemplos de algunas películas paradigmáticas. 

Del agua como mar podemos citar los casos de: “La condesa descalza” (1954) de Joseph Manckievicz, el mar como lugar de placer; “Vértigo” (1958) del aclamado director británico del suspense Alfred Hitchcock, el mar como decorado de pasiones amorosas; “Los 400 golpes” (1959) del francés François Truffaut, la mar que purifica; “Titanic” (1997) del estadounidense James Cameron, el mar como escenario de muerte.

Escena “Los 400 golpes” de Truffaut (1959)

Relativos a esta sustancia líquida en forma de río mencionaremos los siguientes films: “La noche del cazador” (1955) de Charles Laughton, el río que nutre; “Desayuno sobre la hierba” (1959) de Jean Renoir, el río en tanto que lugar de nacimiento del amor; “ “Pirañas” (1978) de Joe Dante, el río en el que se muere.

Del H₂O en forma de nieve y su dimensión simbólica hemos seleccionado: “Alexander Nevsky” (1938) del maestro del cine soviético Serguei Eisenstein, la nieve como campo de batalla; “Ciudadano Kane” (1941) del genial Orson Welles, la nieve como visión mental misteriosa y ambivalente; “Batman 2” (1992) de Tim Burton, la nieve representando la pureza en oposición a las penas y los dolores del mundo.

En lo que respecta a la lluvia en el cine citaremos estas: “Psicosis” (1960) de Alfred Hitchcock, la lluvia funesta; Blade Runner” (1982) de Ridley Scott, la lluvia de alcance filosófico; “El Show de Truman” (1998) de Peter Weir, la lluvia divertida y pegajosa; “El día después de mañana” (2004) de Roland Emmerich; la lluvia profética; “Match Point” (2005) de Woody Allen, la lluvia afrodisiaca.

Emblemática escena de Blade Runner (1982) “Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”

Con este escrito hemos tenido la intención de ir más allá de la simple constatación geográfica, hidrológica o climatológica, de las imágenes cinematográficas que apenas constituyen un cliché o una floritura atmosférica que puede asfixiar anecdóticamente el ambiente de una escena. En el cine, directores tales como Bela Tarr, Wlilliam Wellman, Andrei Tarkovsky, Naomi Kawase, Guillermo del Toro, Joris Ivens, y Akira Kurosawa, han sabido dar al agua una estima, un espacio, una temporalidad. En sus películas el agua se propaga como un flujo, una corriente, una ola, un copo, una energía física que estimula, engancha, disminuye la velocidad o desestabiliza la narración. Estos creadores integran el agua al film con un vigor real que precisa, bloquea o modela el estado de cosas, afinando la percepción de los lugares y paisajes, removiendo la existencia de los humanos.  

Ver también: El agua en el Antropoceno

En el contexto actual de registros inéditos de temperatura en diferentes lugares del mundo, episodios meteorológicos extremos, inundaciones, derretimiento de glaciares y una cierta banalización del cambio climático y el Antropoceno en Hollywood, el agua ha tomado una renovada presencia en buena parte de la filmografía actual.    

Desde las profundidades abisales hasta el agua que se bebe, esta sustancia multiforme nos ha hablado y nos sigue hablando en el cine.