En el pasado mes de octubre las lluvias volvieron a estar en los titulares de los medios, esto debido a la intensidad y violencia con la cual se vivieron últimamente. Cumanacoa y Cumaná fueron afectadas nuevamente por fuertes lluvias a finales del mes de octubre, como se pudo observar a mediados del año y en el octubre del año pasado. Si bien, las causas inmediatas son fácilmente identificadas, como las ondas tropicales que se han formado estas semanas en el caribe, así como la reciente activación del fenómeno climático de La Niña. Estos fenómenos se unen a la imprevisión y falta de preparación para la temporada de lluvias, así como por las condiciones de degradación ambiental que también ayudan a potenciar los efectos de las precipitaciones. Pero más allá de estas causas inmediatas, debemos rastrear las huellas del cambio climático y como sus efectos irán afectando cada vez más al país.
La influencia de La Niña
La Niña es un fenómeno climático cíclico que representa el enfriamiento de las masas oceánicas del pacífico, reduciendo las temperaturas generales del planeta. Sin embargo, este fenómeno no es suficiente para menguar los efectos del cambio climático, evidencia de ello las temperaturas que hemos estado observando en los últimos meses. Al contrario, todo parece indicar que la combinación de ambos fenómenos han sido la raíz motora de los eventos que estamos viviendo. Gracias a los datos de la NOAA se sabe que La Niña se extenderá hasta febrero y que su intensidad será menor comparada con otros períodos históricos, lo que reducirá el impacto de la combinación de fenómenos. Lamentablemente, parece que serán los últimos resultados completos que tendremos de la agencia norteamericana, producto de los recortes contra la ciencia que ha hecho el gobierno de aquel país.
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El aumento de las lluvias, en cantidad e intensidad, como dijimos, tuvo una relación directa con la presencia de ondas tropicales y tormentas que se vienen sucediendo en el caribe durante esta temporada. Entre esas, Melissa, que como tormenta ayudó a la intensidad de las lluvias de la zona norte de Venezuela y luego al pasar a la categoría de Huracán golpeó con singular fuerza a Haití. La mayoría de las noticias se centró en señalar estas causas inmediatas, sin reflexionar o avisar que estas tormentas y huracanes sin mecanismos de regulación de temperaturas naturales, por lo que tienen relación con el cambio climático y La Niña. De hecho, entre las consecuencias que más se señalan en el Caribe por efectos del aumento de las temperaturas globales, es la intensificación y aumento de huracanes, tormentas y ondas tropicales.
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Se requieren más datos
Lo mismo sucede con la intensidad y regularidad de las lluvias. Si bien, tradicionalmente estas lluvias intensas aparecían de forma cíclica cada cierto tiempo, es alarmante observar como ya llevamos una seguidilla de años viviendo catástrofes por la fuerza y volumen de las precipitaciones. El caso de los Andes y ahora Cumanacoa deben ser indicadores que nos empujen a seguir estudiando y precisando cada vez más el fenómeno y sus efectos. Pero también, para preparar las estrategias de prevención y mitigación de los daños que provocarán.
La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (Acfiman) advierte que los estudios y predicciones existentes se han realizado con datos muy generales y que estos no se pueden aplicar a contextos locales. La doctora Lelys Bravo de Guenni, en un seminario virtual organizado por la ACFIMAN, advierte que los resultados de los estudios tienen una variabilidad demasiado grande al utilizarse a escalas de entre 50 y 100 kilómetros. Afirma que datos locales específicos para calibrar los instrumentos y modelos, las proyecciones sobre lluvias extremas fallarán, afectando la planificación de infraestructura crítica para enfrentar el cambio climático.
Esto exige que la prevención y planificación tiene que tener, como paso previo, un trabajo de investigación y recolección de datos a nivel local y regional; dentro del país. Lo que aplicaría a la mayoría de Latinoamérica. Esto, además, teniendo en cuenta que los datos globales serán por los próximos cinco años, al menos, difíciles y más escasos ante el desfinanciamiento y desmantelamiento de instituciones científicas en el norte del continente. Esto exige que Venezuela y demás países latinoamericanos inviertan y conformen centros de investigación climática más orientada a regiones específicas (como la Costa Centro venezolana, o el semiárido larense), para de esta forma tener la suficiente información detallada que permita planificar y prevenir.
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Es importante aprovechar el momento para ejercer mayor presión en los políticos que se reunirán prontamente en al COP-30 para discutir como seguir aplazando las medidas necesarias para mitigar el cambio climático. Hay que hacer escuchar las voces de quienes son víctimas de las consecuencias que van a apareciendo e intensificándose progresivamente a través del tiempo. No podemos seguir dándole largas a la situación climática para defender los intereses de políticos y empresarios, que a fin de cuentas, son una minoría.