Breve relación de la historia del ambientalismo venezolano

Breve relación de la historia del ambientalismo venezolano: hitos, dinámicas y perspectivas

Por: Francisco Javier Velasco Páez

NO. 1 Revista Territorios Comunes

 

El ambientalismo, en tanto que manifestación que figura de manera comprometida y  activa en torno a la preocupación ecológica, es un movimiento heterogéneo con distintas fuentes teóricas y tendencias, con orígenes en corrientes y movimientos del siglo XIX de Europa y América del Norte. Unas planteaban reivindicaciones  sanitarias relativas a las condiciones del ambiente de trabajo fabril y a parámetros urbanísticos. Otras expresaban la preocupación de sectores de la élite social por la desaparición de áreas naturales y vida silvestre.

Visto en un sentido convencional, en Venezuela  la preocupación por el ambiente se remonta al siglo XIX y la primera mitad del siglo XX con los viajes, observaciones y escritos de  exploradores y naturalistas europeos. Dedicados a la observación y el análisis de la distribución geográfica de diversas formas de vida, se situaban frente a la realidad natural como espectadores y admiradores. Hay quienes incluso han pretendido ver en ciertos decretos y leyes promulgados por  Simón Bolívar[1], un hito inicial en la dinámica del ambientalismo en Venezuela. Conviene aclarar aquí que lo de la significación convencional lo decimos porque desde la época de la conquista, en Venezuela, así como en toda América Latina, han existido grupos o sectores de permanente y profundo intercambio con la naturaleza en quienes, lo que pudiéramos denominar una conciencia ecológica, se ha expresado y mantenido en ámbitos eminentemente culturales.

En este sentido es necesario destacar el hecho de que, a lo largo de nuestra historia, sin dar marcha atrás y aceptando los resultados más extremos de sus acciones, diversas luchas de los pueblos campesinos e indígenas han llevado la brega por la defensa de su territorio y su ambiente en estrecha relación con la defensa de su base de subsistencia y su cultura. También debemos recordar cómo en períodos anteriores diversos pueblos aborígenes demostraron la consideración cosmogónica y práctica de factores ecológicos en sus procesos de ocupación del territorio, construcción de asentamientos,  desarrollo de una base material y  tecnológica, y  configuración de sensibilidades particulares en lo que concierne a la relación sociedad-naturaleza.

El conservacionismo europeo y norteamericano ha ejercido una importante influencia en Venezuela, pero localmente se ha generado una tradición propia en la que perspectivas e instrumentos de uso internacional se combinan con iniciativas de científicos, activistas y administradores locales. En este sentido se pueden considerar como organizaciones pioneras a las sociedades y fundaciones de ciencias naturales establecidas entre finales de los años veinte y finales de los años cincuenta del siglo XX, todas ellas dedicadas al estudio, investigación y conservación de especies naturales propias del país[2]. Sin ánimo de sensibilizar o concientizar a la población sobre la importancia social del ambiente, se inscribían más bien en una perspectiva  de “preservar” la naturaleza, que va derivando luego en un conservacionismo que sólo procuraba la protección de los “recursos naturales” como parte de los bienes económicos. Este último va a estar presente progresivamente en ciertas políticas de Estado (agricultura,  salud,  educación), las cuales privilegiaban aspectos tales como la conservación de los suelos, los bosques y las aguas.

Posteriormente los gobiernos promovieron una serie de decretos relacionados con actividades de conservación en las que colaboraban alumnos y docentes, funcionarios públicos, efectivos militares y grupos de vecinos. En los años sesenta y setenta no cambió mucho el carácter conservacionista y de investigación del grueso del ambientalismo venezolano. La importancia que tomaron los parques nacionales en esa época fue inculcada por organizaciones entre las que destacaron nuevas sociedades y fundaciones conservacionistas. La planificación del manejo de los denominados “recursos hídricos” iniciada en los años cincuenta, experimentó un desarrollo significativo, acompañando la construcción de sistemas de presas, embalses e infraestructura de riego. Este proceso dio base tanto a esfuerzos científicos como a movimientos de opinión de cierta importancia.

De manera paralela fue surgiendo un movimiento de vecinos que tuvo sus antecedentes en la organización de las comunidades que comenzaron a gestarse en los años 30 en torno a las llamadas “juntas profomento” o “juntas promejoras”, las cuales jugaron un papel importante en las protestas populares contra los caseros que forzaron la regulación gubernamental de los alquileres en 1936. En los años 40 adquirieron mayor presencia como organizaciones sociales que luchaban por mejorar  las condiciones de los barrios. Espontáneas inicialmente, comenzaron a ser penetradas por los partidos políticos, cayendo hacia 1945 en un  proceso de estancamiento. Con el derrocamiento del régimen de Marcos Pérez Jiménez, resurge el movimiento demandando mejoras en los servicios y buscando participar activamente en la toma de decisiones dirigidas a los sectores populares. Se fundan confederaciones de juntas promejoras de corta vida en el marco de la agudización de los conflictos sociales.

Como respuesta oficial surgieron programas gubernamentales asistencialistas que otorgaban al Estado el rol de promotor y organizador del movimiento vecinal, desvirtuando cualquier otro tipo de actividad contraria a los planes político-electorales[3]. Las juntas promejoras se fueron burocratizando y partidizando al tiempo que en los sectores medios de la sociedad venezolana se comenzó a configurar la organización vecinal incentivada por la defensa del carácter residencial de la urbanización, la preservación de la calidad de la vida y la preocupación por  el deterioro del ambiente. En los inicios de los años setenta, con la eclosión de la crisis urbana y su secuela de concentración, expansión, densificación y segregación, así como de deterioro de infraestructuras y  servicios públicos, e incremento en la destrucción del medio natural que afectaba a los habitantes de todas las ciudades del país, este movimiento se fortaleció, llevando a cabo acciones de denuncia y reivindicación sobres varios aspectos ambientales[4].

La irrupción del ecologismo en el plano internacional incidió de manera importante en la aparición en Venezuela de una diversa gama de grupos y organizaciones que se presentaron a sí mismos como ambientalistas o ecologistas. Los  problemas que generó el desarrollo capitalista de postguerra fueron creando paulatinamente un germen de conciencia ecológica. No obstante, es  el año de 1971 el que marca un hito en el surgimiento y auge del ecologismo con la publicación del informe “Los límites del crecimiento” por el llamado Club de Roma. Aunque de escaso valor analítico, la difusión de este documento que denunciaba la creciente degradación ecológica global y su relación con ciertas formas adoptadas por el desarrollo económico mundial, consigue situar la problemática ambiental como un asunto de debate e interés público. Con  la “Conferencia sobre Ambiente y Desarrollo” convocada por la Organización de Naciones Unidas (Estocolmo, 1972) y la crisis petrolera de 1973 se refuerza este efecto y se crean las condiciones para la emergencia en diversas partes del mundo de un conjunto de movimientos que hacen de lo ecológico, con su potencial de politicidad y movilización social, una bandera de lucha en un marco de ruptura del consenso sobre el desarrollo y las bondades de la civilización urbana industrial[5].

En Venezuela esta lucha no surge de una simple moda o de la mente privilegiada de ciertos grupos intelectuales, sino de la propia dinámica que conduce a la confluencia de diversos sectores, inicialmente dispersos e incluso a veces contradictorios. Las primeras movilizaciones derivan de problemas puntuales que llevan a que ciudadanos luchen contra atentados flagrantes a sus condiciones de vida (contra condiciones infrahumanas de vivienda, contra la contaminación del aire y las deficiencias del transporte, contra ciertas actividades industriales, turísticas, energéticas, extractivas, etc.), y que se sumen igualmente habitantes de zonas costeras afectadas por mareas negras y desechos, etc.

La aparición de la institucionalidad ambiental a mediados de los años setenta  fue aprovechada con tensiones por esos movimientos puntuales que fueron confluyendo con sectores académicos y con los conservacionistas[6]. Otros contingentes se acercaron progresivamente buscando un sentido más amplio a sus inquietudes sobre la situación del medio natural, tales como grupos de ciclistas, naturistas y vegetarianos, clubs de excursionistas y montañeros. La década de los ochenta marca el inicio en Venezuela del activismo ambiental más allá de lo científico-conservacionista, y posa su mirada hacia problemas más cotidianos. En esa década y la siguiente se dispara el número de organizaciones que gravitan en esta órbita, complementando y complejizando el interés por la preservación de la naturaleza, impulsando y participando en actividades de denuncia y movilización de calle, grupos de presión, diagnósticos socio-ambientales, proyectos de educación ambiental, comunicación ambiental, manejo de biodiversidad, reciclaje, agroecología, etc.

Se constituye así una constelación compleja y diversa de grupos con una variada composición social, objetivos, formas de organización, acción y marcos valorativos e ideológicos distintos. Ese universo incluye, entre otras, organizaciones de carácter local y vecinal con un fuerte vínculo institucional, grupos con un marcado perfil tecnocrático autodefinidos como organizaciones no gubernamentales, movimientos autónomos que asumen una crítica frontal contra el “modelo de desarrollo” y el modo de vida dominantes. Esto de alguna manera impide una articulación global (aunque entre algunos se estructuran frentes, federaciones y redes). Sin embargo, en determinadas coyunturas, se logran conforman alianzas amplias en torno a luchas y problemas socio-ambientales concretos que se identifican a escala local regional y nacional.

En el ámbito de la educación formal se crean contenidos y programas de formación en temas ambientales que van a permitir ampliar los conocimientos y capacidades de activistas y grupos, al tiempo que una importante cantidad de literatura socio-antropológica, económica, política y filosófica alimenta el debate sobre la crisis ambiental y sus alternativas societales. La entronización del discurso sobre el desarrollo sostenible en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro 1992) tuvo eco en Venezuela. Las instituciones ambientales y muchas de las  entonces denominadas ONG’s asumieron con grados diversos e interpretaciones contradictorias  la conciliación entre desarrollo y preservación del ambiente y sus recursos, implícita en esa noción. Se suceden seminarios, foros, encuentros, congresos en los que se abordan estos temas y se discuten asuntos referidos a conflictos socio-ambientales que también van alcanzando una presencia en el escenario mediático. La progresiva incidencia del activismo ambiental, en convergencia con movimientos indígenas y grupos de opinión en la esfera social y política, en particular la lucha iniciada en 1997 contra el decreto 1850 del Poder Ejecutivo que autorizaba la explotación de oro, diamantes y otros minerales en la Reserva Forestal de Imataca y las protestas contra el proyecto de tendido eléctrico en la Gran Sabana, abren la vía para que el tema ambiental logre posicionarse en la discusión pública  y (aunque de manera subordinada) en la coyuntura electoral de 1998.

La crítica al desarrollismo y las actividades extractivas toman nuevos bríos. El ambientalismo consigue dejar una impronta de cierta significación en la Constitución de 1999.  No obstante, el ascenso de Hugo Chávez a la jefatura del Estado marca paradójicamente un debilitamiento que supone, por un lado, la polarización político-partidista de los grupos y organizaciones  ambientales, y por el otro una desmovilización de buena parte del movimiento  en la medida en que le da prioridad a una agenda política que posterga o minimiza sus propias reivindicaciones e incorpora parte de su militancia a la burocracia estatal[7].

En los últimos años, en circunstancias políticas que siguieron orientadas por la polarización y en un escenario de creciente precarización de la institucionalidad ambiental, surgió una alianza de grupos identificados con el rótulo del ecosocialismo, que plantean consideraciones críticas al modelo general de la sociedad, manteniendo un apoyo al gobierno y sus políticas. El resto del movimiento mantiene un perfil relativamente bajo, pero continúa activo, en especial aquellos grupos que han fraguado alianzas con colectivos de defensa de los derechos humanos y organizaciones indígenas.

En tiempos recientes el cuestionamiento a megaproyectos extractivistas, fundamentalmente los de la explotación de carbón en la Sierra de Perijá y el Proyecto del Arco Minero del Orinoco, han propiciado el establecimiento de  ciertos acuerdos y la realización de acciones conjuntas entre algunos sectores que hasta la fecha se mantenían dispersos e incluso confrontados. En esta coyuntura emergen algunas condiciones para un relanzamiento y reforzamiento del movimiento ambiental venezolano, o al menos una parte significativa de él. Esto supone que deben superarse con audacia y lucidez los rasgos de dispersión, fragmentación,  polarización y elitismo que aún se mantienen presentes, sin que ello implique dejar a un lado el carácter plural del conjunto de organizaciones y grupos. Se trata de una tarea que requiere de un concienzudo balance, un profundo debate e intercambio teórico, un diálogo de saberes y una conjunción de esfuerzos prácticos capaz de facilitar orientaciones de orden social, político e instrumental para abordar un necesario entronque de las luchas ambientales con las otras múltiples luchas de las grandes mayorías de nuestra población, así como a sectores y grupos tradicionalmente segregados y sometidos a distintas modalidades de dominación. Este esfuerzo, enmarcado en la profunda crisis que sacude a la sociedad venezolana contemporánea y en el contexto más global de la crisis civilizatoria, debe contribuir a un propósito de emancipación plural asociado a la creación colectiva e intercultural de relaciones de cooperación y ayuda mutua entre sociedad y naturaleza.

 

Fuentes consultadas

Andrés,  Roberto. De 1962 a 1974, La primera ola del ecologismo contemporáneo. La Izquierda Diario. 2016. Disponible en https://www.laizquierdadiario.com.ve/De-1962-a-1974-la-primera-ola-del-ecologismo-contemporaneo

Camacho,  Carlos. La educación ambiental: perspectiva histórica de la colonialidad del conocimiento para definir y caracterizar la identidad nacional y la cultura Latinoamericana. Educere: Mérida. 2006.

Cilento Sardi, Alfredo. Martín Frechilla, Juan José. Texera Arnal, Yolanda. Un Archivo para la Historia: Acta Científica de Venezuela 1950-2000. Universidad Central de Venezuela: Caracas. 2006.

García-Guadilla, María Pilar. Neo-Extractivismo, Neo-Rentismo y Movimientos Sociales en la Venezuela del Siglo XXI: Conflictos, Protestas y Resistencia. XXXI International Congress of the Latin American Studies Association (LASA): Washington DC. 2013.

González Aguirre, Julio. Discurso y diseño de la política de Estado: la educación ambiental y la participación ciudadana. En: García Guadilla, María Pilar (coord.). Ambiente, estado y sociedad. Crisis y conflictos socioambientales en América Latina y Venezuela. Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES): Caracas. 1991.

Mires, Fernando. El Discurso de la Naturaleza. Amerindia Estudios: Santiago de Chile. 1990.

Ovalles, Omar. La Fuerza de la Ecología en Venezuela. Editorial Ecotopía: Caracas. 1983.

Padrino, Maryuris. Historia Vecinal. En Palabra y Comunidad. 2010. Disponible en http://palabraycomunidad.blogspot.com/2010/04/historia-vecinal.html

Perrone, Luis. Santana, Elías. La visión ambiental: desde el movimiento vecinal: relación Estado sociedad-civil. En: García Guadilla, María Pilar (coord.). Ambiente, estado y sociedad. Crisis y conflictos socioambientales en América Latina y Venezuela. Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES): Caracas. 1991.

[1] Camacho,  Carlos. La educación ambiental: perspectiva histórica de la colonialidad del conocimiento para definir y caracterizar la identidad nacional y la cultura Latinoamericana. Ovalles, Omar. La Fuerza de la Ecología en Venezuela.

[2] Cilento Sardi, Alfredo. Martín Frechilla, Juan José. Texera Arnal, Yolanda. Un Archivo para la Historia: Acta Científica de Venezuela 1950-2000.

[3] Padrino, Maryuris. Historia Vecinal.

[4] Padrino, Maryuris. Historia Vecinal. Perrone, Luis. Santana, Elías. La visión ambiental: desde el movimiento vecinal: relación Estado sociedad-civil.

[5] Andrés,  Roberto. De 1962 a 1974, La primera ola del ecologismo contemporáneo. Mires, Fernando. El Discurso de la Naturaleza.

[6] González Aguirre, Julio. Discurso y diseño de la política de Estado: la educación ambiental y la participación ciudadana.

[7] García-Guadilla, María Pilar. Neo-Extractivismo, Neo-Rentismo y Movimientos Sociales en la Venezuela del Siglo XXI: Conflictos, Protestas y Resistencia.

Autor

Francisco Javier Velasco

Antropólogo y Ecólogo Social. Doctor en Estudios del Desarrollo, Maestría en Planificación Urbana mención ambiente, Especialización en Ecodesarrollo, profesor investigador del CENDES UCV.

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