Hoy 20 de febrero es el Día Mundial de la Justicia Social, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la importancia de un mundo donde todas las personas, sin importar su origen, género, condición social o cualquier otra característica, tengan las mismas oportunidades y derechos.

¿Sabías que la justicia social está profundamente ligada a la salud de nuestro planeta?

Aunque se tiende a considerar la justicia social como un tema separado de las problemáticas ambientales en realidad están estrechamente vinculadas. 

Las injusticias sociales, como la pobreza y la falta de acceso a recursos básicos, exacerban la degradación ambiental, ya que muchas veces las comunidades marginadas se ven obligadas a explotar la naturaleza de manera insostenible para sobrevivir. A su vez, la degradación ambiental profundiza las desigualdades sociales, ya que estas comunidades son las más afectadas y más vulnerables por los impactos de problemas ambientales tanto de escala local como global. 

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La Ecología Política nos enseña que la vulnerabilidad ambiental tiene raíces profundas en la injusticia social. La vulnerabilidad no surge de forma aislada, sino que es producto de una compleja interacción de factores en el que convergen la desigualdad y  la pobreza. Grupos humanos que usualmente se catalogan como “vulnerables” ante la crisis climática como lo son mujeres, pueblos indígenas, comunidades locales sufren una larga historia de marginación y falta de derechos.

A los pueblos indígenas que se les niega su derecho a la auto-demarcación de sus territorios, son a menudo desplazados de sus tierras ancestrales para dar paso a proyectos extractivos, como la minería, lo que les priva de su acceso a recursos vitales para su supervivencia y cultura.

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La justicia social y los problemas ambientales no se pueden enfrentar por separado. Se requiere de enfoque que aborde las causas de la desigualdad y la degradación ambiental  para poder construir un futuro más justo, y sostenible para todos y todas.